Por un trabajo conjunto

A principios de año los privados reiteraron su predisposición a trabajar, en forma conjunta con el público, por la reactivación económica y el empleo. Iniciativa que fue ponderada por la opinión pública y, posiblemente, tomada en cuenta en la agenda de las autoridades nacionales. Lo hicieron priorizando el bien común. Una actitud con mucha significación, en los días que transcurren con serias dificultades.

“La Cámara Nacional de Comercio propone un pacto público – privado por la productividad y empleo”, sostuvo el gerente de la entidad, Gustavo Jáuregui, el dos de enero del presente. Planteamiento que fue reiterado el 15 del mismo mes, con el siguiente tenor: “Estamos proponiendo al Gobierno Nacional Un Gran Pacto Público – Privado por la Reactivación de la Economía y el Empleo”. Conceptos que fueron vertidos por el presidente de dicha Cámara, Rolando Kempff, en ocasión de celebrarse el 131 aniversario de esa institución.

“Estamos abiertos a la captación de inversiones venga de donde venga, en tanto cumplan con las leyes”, aseguró, el nueve del primer mes, de la gestión que corre, el viceministro de Política Minera, Winston Medrano Escalante. Ello a propósito de que los capitales privados concurran para la exploración y explotación de los recursos mineralógicos. Parece que, por fin, se estuviera abriendo las puertas a la inversión privada, nacional o foránea. Pero para que tal cosa se concrete se requiere seguridad jurídica. Se avance de las palabras a los hechos y al margen de toda consigna político – partidista.

Urge, en este marco, que públicos y privados lleguen a un acuerdo para empujar el carro en forma conjunta, hacia el objetivo mayor que tanto anhelamos, la prosperidad nacional. Que concilien criterios, que elaboren proyectos y asuman decisiones, en busca de mejores días. La respuesta a la crisis económica deberá surgir de la mano de ellos. El empuje definitivo e inmediato de estos dos actores hará posible la creación de fuentes de trabajo que el país requiere con premura. Es el momento para actitudes de humildad y, además, depongan actitudes sectoriales que solo implican retrocesos. Y es que el ingrediente político provoca desencuentro.

“La unión es la fuerza”, reza el anverso de nuestra moneda. Tomando como premisa ese enunciado, deberíamos promover, en estas circunstancias de crisis económica y emergencia sanitaria, la conjunción de ideas e ideales por el bien común. Aunando esfuerzos e inquietudes, indudablemente, a fin de construir puentes que nos conduzcan a un mundo mejor. Y sobre todas las diferencias político – ideológicas.

Sin detenernos en regionalismos ni en el color de la epidermis de las personas. Obviamente que aún existen ciertos resabios de racismo en el oriente y occidente. Pero ello no quiere decir que el conjunto de la ciudadanía esté pendiente de esa actitud ya superada. Quienes hemos nacido en Bolivia, llevamos con orgullo el distintivo del glorioso rojo, amarillo y verde. Lo demás es un cuento.

En suma: ese lenguaje debería primar, ahora más que nunca. Todos nos requerimos, es decir públicos y privados, pobres y ricos, para salir adelante, en esta época marcada por la adversidad económica y sanitaria. Acá no debiéramos actuar con medias tintas ni cálculos políticos. Y menos enarbolando banderas pro imperialistas o antiimperialistas. Acá se trata de salvar la Patria y punto.