Continuando con la búsqueda de una lectura grata para este tiempo de cuarentena, cuando estamos obligados a permanecer en casa, tuve la suerte de encontrar en una librería de la zona San Miguel otro texto de Julio Verne, esta vez “Viaje al centro de la tierra”, un trabajo que muestra la erudición y gran formación científica del autor, como en las otras obras que ya he comentado en esta columna.
En esta ocasión ¿quiénes son los personajes? El central es el profesor Lidenbrock, geólogo, quien invita a su sobrino Axel para comprobar una hipótesis formulada por otro científico, Fourier, quien señala que las temperaturas más frías de las regiones etéreas nunca superan los 40 o 50 grados bajo cero, ¿por qué no puede ocurrir lo mismo con el calor interior?, ¿por qué no puede alcanzar un límite infranqueable a cierta profundidad en lugar de aumentar hasta el grado de fusión de los minerales más refractarios? La enamorada de Axel, la joven Grauben, guapa irlandesa, le comenta que si ella pudiera acompañaría a su joven enamorado y al tío en el viaje que el tío pretende iniciar al centro de la tierra.
Al llegar a su casa el tío le señala que iniciarían el viaje al día siguiente a las seis de la mañana, la primera escala debía conducirlos a la costa de los Belt. Desde ese punto y después de varias jornadas llegaron al Volcán Sneffels, habían llegado, en Irlanda, al punto de partida del punto de ingreso al centro de la tierra.
En ese punto ingresa un nuevo personaje, el guía Hans Bjelke, el cual los conduciría hasta el pie del volcán. La partida se fijó para el 16 de junio. El equipaje a cargo del guía comprendía instrumentos, herramientas y alimentos indispensables para este viaje.
Alquilan unos caballos pequeños y con ellos atraviesan Irlanda, conociendo en este recorrido pequeños villorrios con familias de muchos miembros, una de ellas estaba compuesta por los padres y 18 hijos, en la hora de almorzar virtualmente unos estaban encima de los otros, pero todos muy amables y cariñosos, alimentándose con productos del mar.
Al día siguiente, antes de partir el “rector” de la capilla les cobra una suma elevada, para la estrechez y la incomodidad.
Después de la explicación al sobrino sobre si hubiese alguna forma de irrupción volcánica, lo tranquiliza y se inicia el viaje hacia el centro de la tierra. El insumo más importante, el agua, va en una cantidad para sustentarlos por ocho días.
La partida se inició desde la localidad de Stapi. El Sneffels, el volcán pasivo, era su ruta hacia el centro de la tierra tenía una altura de unos 1.524 m.
La isla que cobijaba al volcán habría surgido del fondo del mar en épocas recientes. Totalmente formada de residuos volcánicos, no había suelos sedimentarios. Los viajeros de esta aventura transitaban sobre terreno proveniente de las erupciones.
La cumbre del Sneffels era cubierta de nieve y presentaba algunas aberturas por las cuales empezaron a descender hacia el interior de la montaña. A lo largo de este recorrido, el guía iba dejando amontonadas algunas piedras que les servirán para la etapa de retorno.
Después de un recorrido de más de 11 horas alcanzaron la cumbre, en plena oscuridad. Desde ese punto se podía ver a la distancia Groenlandia aproximadamente a 295 Km de distancia, sería como ver desde la cumbre del Illimani las proximidades de Oruro.
Preguntando al guía donde estaba, les respondió Scartaris, la cumbre, el tío feliz gritó “al cráter”. El cráter era como un cono invertido y su profundidad de unos 610 metros.
Proseguiré hasta el fin de la historia, la próxima semana. Hasta entonces.
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