En los primeros días de cada mes se inicia una especie de calvario para jubilados e inválidos porque tropiezan con una serie de dificultades para cobrar magras pensiones. En primer lugar, muchos inválidos que muy dificultosamente se desplazan deben trasladarse al banco a tempranas horas en que las inclemencias del tiempo los castigan severamente; luego, deben formar largas filas para conseguir un asiento y, si lo consiguen, esperar a que “llegue su turno y su número”; luego, llegar a la caja, cobrar, contar el dinero (muchas veces en medio de las rabietas del cajero que exige rapidez). Algunos logran ser acompañados por sus hijos o amigos; pero, en general, cobrar les resulta un tormento.
No muy diferente, pero igualmente torturante: los jubilados –muchos de ellos de edad muy avanzada que dificultosamente se desplazan y no siempre están acompañados– deben hacer fila para cobrar y hacerlo sin tardanza alguna para no provocar reacciones del cajero que “no tiene tiempo o debe atender a otros”. Solamente un banco –de la Unión– hace este servicio; los demás: ¡bien, gracias…! y no siempre con la persona que considere la edad ni situación del anciano que cobra y, como “se trata de fortunas muy grandes, tarda en contar tanto dinero”. No sería difícil poner remedio a estas situaciones: En primer lugar, que se evite el monopolio de un banco, y otros, incluidas sus agencias, que cumplan con los pagos. Que todos, con el de la Unión a la cabeza, abran Cuentas de Ahorro para cada inválido o jubilado y se abone en esas cuentas los montos respectivos y que el interesado pueda disponer a su libre arbitrio, sea acudiendo al banco o utilizando los cajeros automáticos instalados en todo el país.
Esta forma de atención y trabajo a favor de inválidos y jubilados sería muy beneficiosa, simple y práctica no solamente para los beneficiarios sino para los mismos bancos que percibirían utilidades, dado el hecho de que jamás prestan servicio sin cobrar y tendrían facilitado su trabajo que sería muy bien controlado (salvo error u omisión del sistema que casi siempre necesita del corrector humano, simplemente por lo “perfecto” que dice ser).
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