Víctor Carrato
Parte II
BIDEN Y ROOSEVELT
En las semanas previas a asumir el cargo, el presidente Biden y sus asistentes pasaron tiempo investigando libros sobre Franklin D. Roosevelt, tanto biografías como volúmenes explorando sus icónicos primeros 100 días, con la teoría de que ningún presidente desde entonces ha asumido el cargo en el país, en una crisis tan grave.
Para salir de la Gran Depresión de 1929, Franklin D. Roosevelt se apoyó en las teorías de Keynes, promoviendo el New Deal que transformó considerablemente la economía estadounidense.
Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y re-dinamizar una economía estadounidense herida por el desempleo y las quiebras en cadena.
LAS IDEAS VERNÁCULAS
Cuando Ignacio de Posadas propuso, hace unos días, una especie de Plan Marshall para el Uruguay, está, quiéralo o no, retomando la inspiración keynesiana.
El economista canadiense John Kenneth Galbraith escribió su famoso artículo “Cómo llegó Keynes a Estados Unidos” a mediados de los años sesenta. En la introducción a Economía, paz y risa señala: “no sé por qué razón es el ensayo que más veces se ha reimpreso de los que he escrito”. En realidad, hay muchas razones. El artículo es muy informativo (aun un poco chismoso) así como característicamente agudo y ocurrente, y trata un tema fascinante: la transmisión y difusión de ideas económicas que llegan a ser políticamente poderosas.
Aquí mi propósito no es repasar el terreno que Ken ya cubrió con gran destreza. Me interesa en cambio un aspecto complementario de la historia en la que estuve involucrado mientras trabajé en el Plan Marshall en Washington, de 1946 a 1952: la reexportación de las ideas y doctrinas keynesianas desde Estados Unidos durante ese periodo de posguerra. Además, su artículo data de la época en que la influencia de las ideas keynesianas estaba en su cénit, mientras que mis observaciones no pueden dejar de ser afectadas por el notable cambio del clima intelectual que ocurrió en los veinte años posteriores”.
Cuando el Partido Colorado presentó sus “Ideas para un nuevo impulso”, también se está apoyando en Keynes.
Cuando el Movimiento de Participación Popular (MPP), sector mayoritario dentro del Frente Amplio, presenta 20 proyectos de ley vinculados a la necesidad de reactivar la economía y mitigar el impacto de la emergencia sanitaria, también toma recetas keynesianas.
Cuando el 21 de mayo, durante un viaje a Berlín, se le prohíbe a Daniel Cohn Bendit la entrada en Francia, por su liderazgo en la revuelta estudiantil francesa, vuelve, sin embargo, el 28 de mayo con los cabellos teñidos y gafas oscuras para una reunión en la Sorbona donde es aclamado. El eslogan “Todos somos judíos alemanes” simbolizó el apoyo de los jóvenes a aquel que la prensa denomina “Dany el rojo”.
De alguna manera se puede trazar un paralelo: “Todos somos keynesianos”.
EL BARÓN KEYNES
John Maynard Keynes (1883-1946) fue un economista inglés que revolucionó las ciencias económicas al predicar, contra los conservadores, promover el intervencionismo estatal y las políticas económicas expansivas (lo contrario de los ajustes fiscales) en la economía como forma de resolver las depresiones (como la Gran Depresión de 1929) y las recesiones (como la Gran Recesión 2007-2010), es decir, las crisis recurrentes del sistema capitalista e inherentes a su existencia.
Como le tocó sufrir la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929, odiaba los conflictos militares, la miseria y el desempleo: por eso creyó y contribuyó a crear el Estado de bienestar, expresando que “el desempleo es un error económico y un crimen social”. “El objetivo práctico de la ciencia económica es proporcionar un cinturón protector para la civilización frente a las fuerzas de la miseria, la locura y la ignorancia” y “debemos resolver esto ahora; porque en el largo plazo, estaremos todos muertos”.
Además de tener una intensa vida cultural (integró el Grupo de Bloomsbury, acaso el mayor cenáculo de Occidente, junto con Virginia y Leonard Woolf, Bertrand Russell, Lytton Strachey, E.M. Forster, Duncan Grant y Dora Carrington, entre otras celebridades), fue un hombre de acción, ya que se opuso tenazmente (y con un libro histórico Las consecuencias económicas de la paz) al leonino Tratado de Versalles, que trajo, como él pronosticó, el rearme alemán y el surgimiento del nazismo; y le escribió cartas abiertas al presidente Franklin Delano Roosevelt para que adoptara políticas estatales intervencionistas y expansivas para derrotar la Gran Depresión.
Fue partidario de los monopolios públicos en ciertas áreas de las economías y de expresiones sindicales fuertes que lucharan por sus derechos como forma de sustentar el Estado de bienestar. Sus políticas (que han sido adoptadas en forma permanente, aunque silenciosa por las grandes potencias como Estados Unidos, China Popular, Alemania y Japón) llevaron a la “Edad Dorada del Capitalismo”, entre 1945 y 1973. Fue derrotado por los intereses de los conservadores norteamericanos en los Acuerdos de Bretton Woods en 1944 y así el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, que él soñó como instrumentos para hacer un mundo de desarrollo equilibrado, comercio igualitario y justicia social que asegurara una paz mundial duradera, se transformaron en «síndicos de las potencias desarrolladas», lo contrario de lo que quería.
Esa batalla lo aniquiló y falleció prematuramente en 1946 (ver la monumental biografía de Lord Robert Skidelsky), recibiendo un funeral de Estado en la Abadía de Westminster. Mayores impuestos a los sectores más privilegiados, una disminución de exoneraciones a empresas que no las necesitan y un fuerte apoyo al crecimiento y el empleo, sin descuidar los equilibrios macroeconómicos que Keynes siempre consideró, serían una combinación adecuada para mejorar la compleja coyuntura actual.
Esto dice del Keynesianismo, Jorge Caumont, economista neoliberal o neoclásico, firme admirador de las teorías enseñadas por Milton Friedman en la Universidad de Chicago:
“El keynesianismo revolucionó a la macroeconomía, por el momento en que John Maynard Keynes escribió su obra cumbre, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Tras la gran recesión iniciada en 1929 y el notable aumento del desempleo en Estados Unidos en un contexto caracterizado por una política monetaria sumamente restrictiva que acentuaba la depresión, el presidente Roosevelt lanzó el programa New Deal de gran expansión del gasto público. Tres años después, se publica la obra de Keynes que minimiza a la política monetaria y supone el fracaso de la economía neoclásica para sacar a las naciones de la depresión económica provocada, según el economista inglés, por caída de la demanda agregada. Ante la fragilidad del consumo y de la inversión privada -principales componentes de esa demanda-, el modelo keynesiano sugiere una política expansiva del gasto público que complementaría al privado y permitiría la recuperación de la producción y del empleo”.
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