El poder es adictivo, inclusive para los hombres mejor intencionados, los encandila y los cambia. En cierta medida ello ha dejado apreciar el Ministro de Justicia, cuando evolucionó desde sus convicciones reformistas judiciales hasta la revisión de las mismas intenciones.
Molesto por las muchas y graves denuncias contra el Consejo de la Magistratura, conminó a este ente a renunciar en el plazo de 72 horas, poco después de su posesión, bajo alternativa de someterlo a juicio de responsabilidades a través del Legislativo, mientras permanecen pendientes varios de estos procesos en ese mismo nivel. Seguramente esta conminatoria incumplida contaba con el visto bueno del presidente Luís Arce y era la armadura protectora de Iván Lima. Sin embargo, el grueso del Legislativo no compartía viaje tan lejano y fueron muchos los que lo manifestaron, sin exclusión de su presidente, quien adelantó no ser tema prioritario reformar la Justicia.
Entretanto, el ministro había conformado una Comisión con destacados juristas, presididos por el ex presidente Eduardo Rodríguez Veltzé, quien decepcionado no tardó en renunciar. De ahí en adelante nada trascendió de la famosa Comisión asesora. No obstante, el titular de esa Cartera dijo que la reforma seguía en pie. Veamos, Lima censuró al Tribunal Supremo de Justicia por sacar a relucir después de 4 o 5 años un proceso contra el ex prefecto de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, por la compra de algunas vagonetas, habiendo denegando el recurso de casación planteado por éste.
Luego aconteció un fenómeno de metamorfosis que tornó radical al ministro Lima, cuando enfatizó que el Tribunal Supremo Electoral debería inhabilitar a Reyes Villa como candidato a la gobernación del Valle. Esta declaración retoma la usanza de los 14 años de Gobierno, de modo que bastaba una afirmación del presidente o de alguno de sus ministros para el procesamiento de un opositor, por dócil acatamiento del Órgano Judicial hasta sentenciar al reo, por lo general inocente. El mismo talente parece haber sido asimilado por el Órgano Electoral.
Ante lo sucedido, es utópico que el MAS abandone su íntima alianza con jueces y magistrados que le garantizan una continua depuración de quienes piensan distinto de los hombres de gobierno. Lo comentado vale como una lección más al respecto.
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