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[Marcelo Miranda]

El espejismo progresista


Si bien el progresismo sigue seduciendo a miles de personas alrededor del mundo con promesas de igualdad, progreso y solidaridad, es necesario ver con ojos críticos los resultados económicos y sociales que trajo consigo la incorporación de dicho modelo en distintos países alrededor del mundo.

El problema del socialismo y del progresismo en general radica en ver a la sociedad como el lugar escatológico de salvación por antonomasia, es decir que la igualdad, equidad, solidaridad, etc., solo pueden ser alcanzados mediante una repartición equitativa de recursos bajo la tutela del Estado. En este contexto, las libertades básicas del ser humano ceden terreno ante un “bien común” mal entendido, el progreso individual es mal visto, ya que para el modelo socialista y progresista la individualidad es sinónimo de opresión y en el sentido estricto de salvación que pregona el progresismo socialista vendría a ser reflejo de pecado.

Cuando el libre mercado es sustituido por imposiciones de un órgano rector, cuyas reglas deben ser cumplidas por todos, sin dejar espacio a la iniciativa individual, se deja sin posibilidad de progresar a la persona, la sociedad se estanca en una dependencia casi adictiva a las dádivas del Estado rector, las cuales históricamente han demostrado que tienden a desaparecer, generando con ello inestabilidad, inflación y pobreza.

Los regímenes socialistas nos presentan un espejismo de prosperidad, una pobre falacia de “salvación” humana basada en la inútil creencia de que el ser humano por si sólo puede llegar a alcanzar un bienestar eterno, olvidándose de Dios para convertirse ellos mismos en dioses fallidos. El progresismo se olvida de la condición humana, la cual fácilmente puede llegar a inclinarse hacia el pecado, más aún cuando éste deja de lado a Dios como sinónimo de Fe, ética, moral y libertad.

El populismo en América Latina, el cual va de la mano del progresismo, viene intentando mostrar una cara renovada del socialismo, pero lastimosamente viene repitiendo los viejos errores del modelo, con el plus de querer hacer ver a sus líderes como los mesías salvadores de toda la desgracia humana. Para el socialismo del Siglo XXI, el absolutismo característico de este modelo fallido tiene carácter divino, es decir que la salvación y el bienestar siempre dependerán del Estado, ejemplo de ello son las descaradas imágenes publicitarias que utiliza el Gobierno de Arce en lo referido a la distribución de vacunas para el Covid-19. Caravanas, sendos discursos, manipulación de medios, etc., son la marca registrada de un régimen que quiere verse como salvador, cuando en realidad tiene más de inquisidor.

Las políticas socioeconómicas de los modelos socialistas han ido fracasando a través de los siglos, lo curioso de ello es que sus defensores jamás han aceptado las grandes falencias de este sistema. El fracaso nunca se debe al modelo, sino a los agentes externos que luchan sin cansancio contra el socialismo inmaculado y a los malos agentes que no lograron representar a cabalidad sus bondades. Ahora este sistema fallido es llamado “progresismo”, siendo este término mal utilizado, pues la historia nos cuenta una y otra vez que estos modelos solo traen consigo pobreza, miseria y muerte.

El progresismo es un espejismo, una simple ilusión pasajera que siempre termina en un mal sueño del cual es mejor despertar, todavía estamos a tiempo.

Marcelo Miranda Loayza es Teólogo y Bloguero.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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