Antonio Edgar Moreno Valdivia
En este 6 de marzo que se recuerda un nuevo aniversario de esta joven ciudad, resulta oportuno efectuar ciertas reflexiones sobre algunos males sociales que ponen en peligro los objetivos mismos del bienestar social y el desarrollo económico de El Alto. Bajo esta directriz analítica, señalar que El Alto presenta una serie de dificultades estructurales y coyunturales que no son solo características propias de esta ciudad, sino que con ligeras diferencias refleja los grandes problemas nacionales. Dichas complicaciones se hallan principalmente relacionadas a una profunda crisis urbana que expresa males económicos y sociales vinculados, entre otros, al empleo, desempleo, ingresos, informalidad, pobreza, miseria, exclusión, segregación, marginalidad, violencia e inseguridad ciudadana.
En el caso de la violencia y la inseguridad ciudadana, ambas problemáticas sociales presentan una tendencia peligrosa encaminada a un constante y persistente crecimiento, no hay distrito municipal o barrio alteño donde a diario no se registre violencia, robos, atracos, asaltos e incluso asesinatos. En ciertas coyunturas estas manifestaciones de violencia e inseguridad ciudadana se incrementan considerablemente a raíz de verdaderas “olas de atracos”, “olas de asaltos”, “olas de violaciones”, “olas de crímenes”, “olas de maltrato infantil”, “olas de feminicidio”, “olas de accidentes” y “olas de violencia delictiva”.
Leer periódicos, escuchar radio, ver la televisión, revisar informes y caminar por cualquier zona alteña son experiencias cotidianas que sirven para constatar que la violencia y la inseguridad ciudadana son prácticas sociales muy recurrentes y arraigadas en esta ciudad. Solo con fines ilustrativos y con base en información periodística, mencionar que “en los últimos días” se ha reportado robos a domicilios en ciudad Satélite, en Villa Dolores se han registrado varios atracos y asaltos, en la Ceja varias personas en estado de ebriedad han violado a una joven, en Senkata se ha encontrado un cadáver con signos de haber sido ahorcado y en la zona de Villa Ballivián un hombre acusado de ser ladrón se ha salvado de ser linchado. Lamentablemente, estos casos con ligeras diferencias en términos de intensidad, peligrosidad, espacio, víctimas y victimarios se producen y reproducen en casi todos los días y en la mayoría de las zonas alteñas
A nivel regional, la ciudad de El Alto aún no se halla catalogada en el “rating” de las ciudades más peligrosas de Latinoamérica. Sin embargo, a nivel nacional es considerada como una de las urbes bolivianas más peligrosas. Los indicadores de “violencia urbana” sitúan a esta urbe en segundo lugar después de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y en términos de “violencia intrafamiliar” la ubican en un primer lugar.
Es imposible conocer la cantidad efectiva de hechos violentos y delictivos que se comete en esta ciudad, es decir, la delincuencia real, debido a que únicamente se conoce la delincuencia aparente, es decir, la criminalidad que es descubierta y denunciada. Esta situación de subregistro e invisiblización de casos violentos y/o delictivos se explica esencialmente por la falta de una “cultura de denuncia” y encuentra su justificación en el desarrollo de largos trámites burocráticos, pagos económicos, coimas e ineficacia de los mecanismos de seguridad pública, particularmente de la policía y la justicia. Asimismo, esta carencia de una “cultura de denuncia” también se justifica por cuestiones subjetivas, como ser la vergüenza o el temor que sienten las victimas sobre la “posibilidad de que otras personas se enteren de lo sucedido” o de “sufrir ciertas represalias”.
Al ser múltiples las manifestaciones de la violencia y de la inseguridad ciudadana, resulta bastante dificultoso establecer tipologías claras, marcadas y precisas, pues ambas problemáticas sociales además de su diversidad presentan bastante complejidad, engloban distintas dimensiones e involucran a diversos actores sociales, espacios y contextos. Pese a esta dificultad se considera que los principales rostros de la violencia y la inseguridad ciudadana en esta joven ciudad se relacionan con los homicidios y los asesinatos, los hurtos y los robos, los asaltos y los atracos, el alcoholismo y la drogadicción, las desapariciones y la trata de personas, las bandas delictivas y las pandillas juveniles y con la violencia en contra de niños y mujeres, principalmente jóvenes. Sin embargo, puntualizar que también existen otras expresiones de violencia e inseguridad donde no existe una separación entre el agresor y el agredido, entre la víctima y el victimario, pues constituyen la misma persona, se está hablando de los casos de autoagresión que se expresan en suicidios, alcoholismo, drogadicción y otras conductas disociales semejantes e igualmente peligrosas.
Los “costos” que generan la violencia y la inseguridad son directos e indirectos y de tipo social, emocional y económico. Asimismo, son de corto, mediano y largo alcance. Dichos costos solos o interrelacionados entre sí, provocan serios daños personales, familiares y sociales y a la vez se constituyen en factores bastante negativos para el desarrollo social e impiden la vigencia plena de los derechos humanos y las garantías de las personas. Frente a esta cruda realidad es imprescindible que la sociedad alteña sea capaz de reconocerse a sí misma, de reconocer sus errores, limitaciones y miserias, pues solo así será capaz de transformarse y disminuir y controlar las diversas formas de violencia e inseguridad ciudadana que cotidianamente brotan de su interior.
El autor es docente, investigador y poblador de la ciudad de El Alto.
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