El Estado para cumplir su principal finalidad, que es el servicio al bien común, es decir al bien de todos sin exclusiones ideológicas, religiosas o de cualquier otro tipo, debe ser administrado por uno de sus componentes, el gobierno, es decir la instancia que administra el Estado. En esta administración, aparece una especialidad, el servicio exterior, es decir un grupo de personas especializadas y de buen nivel de conocimientos, que representan los intereses del Estado en los países con los que mantiene relaciones y con todo el mundo a través de los organismos internacionales.
Los orígenes del servicio exterior están en la antigüedad clásica y aun antes, pues los reinos, imperios y sociedades organizadas necesitaban tener buenas relaciones con otros Estados, pues si éstas no eran buenas se desataba la guerra y se ponía en riesgo la existencia misma de una sociedad. Por esa importancia, los gobernantes mandaban a tomar contacto con otros gobernantes a destacados individuos capaces de negociar con buenos resultados.
En buena parte de los países del mundo, han sido creadas instituciones encargadas de formar a los equipos humanos que van a desempeñar labores en el servicio exterior y se ha establecido la carrera diplomática. En nuestra América Latina, se han destacado en el Brasil la escuela de Itamarati, la chilena, Torre Tagle en Perú, la uruguaya y otras, sin desmerecer a otros países que tienen un buen servicio exterior.
Es de tal importancia la labor diplomática en el exterior, que se ha creado toda una especialidad en la Ciencia del Derecho, el Derecho Internacional, cuyo contenido abarca precisamente las relaciones entre países, el derecho comunitario, organismos internacionales, etc., pero cuyo desenvolvimiento es la diplomacia, entendida como el servicio especializado de los Estados en sus relaciones internacionales.
En nuestro país, hace ya años que se pretendió crear la carrera diplomática y se organizó la Escuela Diplomática, de la que ha egresado un numeroso grupo de gente preparada para las labores diplomáticas, algunos de esos egresados han desempeñado funciones importantes en el servicio exterior. Antes de la creación de esta escuela y de la carrera diplomática, se invitaba al servicio exterior a destacados intelectuales, escritores, académicos, etc., aunque había también un grupo de gente que desempañaba esas funciones por razones de interés político partidario.
Otro grupo de gente se incorporó al servicio exterior, comenzando por labores subalternas en el Ministerio de Relaciones Exteriores, para luego ir escalando a otros puestos y luego ocupar en el exterior funciones como secretarios, adjuntos, etc. Es decir que en alguna medida se buscó la especialización y la experiencia, todo en función a poner en ejecución la política exterior de los gobiernos de turno, que en nuestra realidad suele ser muy cambiante y, en consecuencia, poco efectiva. Por ello el servicio exterior debe ser del Estado y no de los gobiernos.
Los medios de comunicación nos han informado que el señor Mayta, ministro de Relaciones Exteriores, habría dispuesto el retiro intempestivo de más cuatrocientos funcionarios del servicio exterior, acusándoles de ser poco eficientes. Esta medida nos parece precipitada, pues se habría prescindido de casi todo el personal del servicio exterior, y nos preguntamos: ¿quiénes ocuparán las funciones en el servicio exterior?, ¿qué gente de carrera existe en la actualidad? ¿Se improvisará, una vez más, en estas importantes labores?
Lo dijimos en alguna nota anterior, que uno de los problemas de los países de escaso desarrollo es la ausencia de “institucionalidad”, es decir de ordenamiento normativo que haga posible que, en las actividades de la administración de la sociedad organizada, se logre con éxito sus finalidades. La institucionalidad del servicio exterior en nuestro país debe ser reconstituida, con políticas acertadas y los más preparados profesionales del área, en beneficio del país.
El autor es Abogado, Politólogo y escritor.
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