Una institución representativa

Vivimos en un país donde los caudillos, “perorando sin reposo, gesticulando trágicamente o grotescamente”, a decir del polémico pensador Alcides Arguedas, buscaron imponer, contra viento y marea, desde los albores de la República su figura y discurso. Provocaron con ese accionar no sólo el repudio sino la hilaridad, de cuantos, los veían. Dieron prioridad, consecuentemente, a sus intereses particulares y no así a los supremos objetivos de prosperidad nacional. ¡Bolivia jamás les ha interesado!

Por consiguiente: la industria nacional refleja, de una u otra manera, los logros y frustraciones, los avances y retrocesos de un país que no tuvo suerte con sus gobernantes. Pero ahí tenemos a esa institución que supo vencer los escollos, por el bien común. Que se renueva, permanentemente, en sus propósitos empresariales. Que se prepara para aceptar los retos del futuro. Ello se ha visto, recientemente, en ocasión de la crisis económica y la emergencia sanitaria, que marcaron efectos devastadores para quienes promueven actividades formales.

Una entidad que ha sobrevivido, en el transcurso del desastroso 2020, no sólo a la pandemia de origen chino, sino al bloqueo de caminos de tinte político, que jamás se haya visto en la historia. En circunstancias que estuvo en vilo la vida, la salud y el bienestar de una población de aproximadamente once millones de habitantes. Había, ciertamente, quienes intentaban ignorar, a propósito, la presencia del “enemigo invisible” o asumían actitudes reñidas con el principio de solidaridad.

El confinamiento ha provocado, por lo visto, el cierre de importantes unidades industriales. Hecho que ha generado, obviamente, el despido de trabajadores. Es bueno recordar que, por efectos de la cuarentena, los desocupados bordeaban las 153 mil personas, a fines del primer semestre de la gestión pasada. La situación, como bien conoce la opinión pública, fue insoportable para los emprendedores, debido que la actividad económica se había reducido a la mínima expresión. Pero ellos hicieron esfuerzos, en la medida de sus posibilidades, para preservar el empleo, prioritariamente. Y lo hicieron sin el estímulo de nadie. Así de simple.

“Se trata de la mayor contracción de la actividad económica industrial de los últimos 40 años. No obstante, la industria sigue y seguirá trabajando con denodado esfuerzo para abastecer a los mercados”, expresó el presidente de la Cámara Nacional de Industria, Ibo Blazicevic. (EL DIARIO, agosto 3 de 2020).

Por el bloqueo de caminos, de dos semanas, ejecutado por intereses político – partidarios, ese sector ha soportado pérdidas que ascendieron, aproximadamente, a 120 millones de dólares. Las pérdidas por día alcanzaron a diez millones de dólares, según los datos ofrecidos por el titular de aquella organización de industriales bolivianos. Estas afirmaciones están insertas en las ediciones de EL DIARIO del 12 y 17 de agosto de 2020. Un año calamitoso, realmente, no sólo para empresarios, sino para los ciudadanos de a pie, quienes se daban modos para ganarse el sustento cotidiano.

En suma: ahí tenemos, indudablemente, una institución representativa, como la Cámara Nacional de Industria, constituida por elementos e inquietudes de valía, de dignidad y aprecio, que trabaja, sin escatimar esfuerzos, en las buenas y en las malas, por un país con proyecciones históricas. Hace poco ha conmemorado el 90 aniversario de su creación.