Optimismos que albergaban (hasta hace seis meses) prestigiosos economistas del mundo, sobre fortaleza de los sistemas económicos, se han diluido ante la contundencia del virus que ha puesto en vilo a la humanidad y, especialmente, a los sistemas económicos. Inseguridad e incapacidad para prever el futuro es la característica en los organismos internacionales de la economía. Todo muestra que lo que se dice y cree tiene por finalidad buscar tranquilidad para las organizaciones económicas a punto de colapsar. Criterios encontrados, suspicacias y desconfianza hay en quienes mostraban seguridad y esperanza de que concluya la incertidumbre.
Hace poco estuvo reunido el llamado “Grupo de los 20” que junto a la banca internacional e instituciones financieras estudian soluciones para la situación de postración de la economía por la contundencia del virus; pero, terminadas las reuniones, sus resultados quedaron resumidos en un mutismo absoluto y un ¿ahora qué?
Resulta absurdo negar que la economía juega papel importante en la vida de los pueblos, cuando la verdad surge siempre para mostrar que nada se mueve sino es sobre la base de los movimientos económico-financieros y así lo han comprobado hasta países con economías de Estado, como eran los que estaban en la órbita del socialismo soviético. Basta ver cómo, a partir de 1989, se han transformado esas naciones teniendo como fundamento al capitalismo y un ejemplo es China Popular que funciona bajo dos sistemas: el comunismo como medio de gobierno y sojuzgamiento político al pueblo; y, el otro, el capitalismo que rige toda su economía. Así, China, con dominio y avasallamiento (medio bélico para conquistar pueblos y someter a la esclavitud a sus habitantes); y vigencia absoluta del capitalismo, es hoy, prácticamente, la primera economía del mundo porque sus índices de producción y comercialización han alcanzado los niveles más altos.
Otra prueba importante es que la mayoría de las naciones pobres y subdesarrolladas se han convertido en deudoras de China, tanto por las inversiones que hicieron como por los préstamos que otorgaron con miras al desarrollo de esos países; de este modo, éstos se han convertido en dependientes de esa potencia que tiene gran influencia política y económica en todo el mundo. China es, pues, un imperio económico-financiero y comercial que tiene sometida a la mayoría de países pobres y subdesarrollados. Por supuesto, países capitalistas como Estados Unidos, Alemania, Francia y muchos otros, ricos y desarrollados, realizan grandes negocios con los chinos y, en muchos casos, reciben inversiones y comparten tecnología, adelantos científicos y otros.
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