Economía de palabras
Ahora el presidente Luis Arce tendrá que pensar en gobernar después de haber destinado todo su tiempo a la campaña, con tan malos resultados para su pobre partido.
Las tareas que tiene son muchas, comenzando por buscar soluciones a la crisis económica más grave de la historia de Bolivia que fue cultivada por él mismo cuando era Ministro de Economía del cocalero Morales.
Tendrá que enterarse de por qué Moodys ha bajado la calificación de la deuda boliviana a “negativa”, por qué el país figura en los últimos puestos en la lista de atracción de inversiones y por qué su gobierno es definido como “régimen híbrido” por quienes califican las condiciones para la democracia.
Un tema urgente es el que plantearon los transportistas de Bermejo a fines de febrero, cuando pidieron al gobierno que de una buena vez comience las gestiones para importar gas natural de Argentina, en vista de que las reservas bolivianas se han agotado.
Su idea de gastar 250 millones de dólares en diésel renovable ha sido calificada de un error por los expertos, como es el caso de Francesco Zaratti, quien dijo que cuando esa planta tan cara esté operando en toda su capacidad sólo podrá cubrir 20% de la demanda.
Mientras tanto, YPFB anuncia que las inversiones en exploración serán inferiores en 40% a las del año pasado porque no hay recursos, lo que agrava la situación de las ventas de gas a los vecinos.
Argentina se propone pedir mayores volúmenes de gas en el invierno, pero Bolivia deberá admitir que no tiene las reservas suficientes debido a que desde 2006 hasta ahora no se ha descubierto nuevos campos productores.
La propaganda de la «nacionalización» falsa perjudicó a la llegada de inversiones y ahora el país sufre las consecuencias de esa mentira, que fue agravada por los gastos en propaganda por 4.000 millones de dólares entre 2006 y 2018.
Y Arce deberá descubrir por qué The Economist Intelligence Unit define a la democracia boliviana como un “régimen híbrido” que se encamina a convertirse en una dictadura.
Para enterarse de todas estas cosas, el presidente tendrá que pedir a sus colaboradores, que estuvieron muy ocupados en la campaña electoral, informes completos sobre la situación que se presenta en el país.
El propósito de vengar al cocalero Morales por la crisis que lo llevó a huir en noviembre de 2019 ha quedado en el ridículo después de las elecciones del 7 de marzo, cuando se demostró que, de veras, hubo fraude en 2019 y quizá también en 2020.
Es decir que ha llegado el momento de ponerse a trabajar en lugar de provocar a las Fuerzas Armadas y a todos los bolivianos.
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