Larga y tediosa fue la campaña electoral de gran cantidad de candidatos a gobernaciones (prefecturas), alcaldías y concejales; una campaña que pretendió mostrar a cada candidato (generalmente aprendiz de político) que buscaba demostrar capacidad y condiciones muy dignas y únicas para cada cargo. Ellos han hecho ostentación en gastos y promesas, confiados en un pueblo siempre inocente y consciente de que será frustrado y decepcionado nuevamente.
Incidentes infaltables matizaron el proceso electoral en medio de comentarios sobre si habrán aprendido los ganadores la lección de que han ganado para servir honestamente y no servirse del cargo; si habrán aprendido y si están conscientes de que deberán trabajar eficiente y responsablemente.
Entre las experiencias del pueblo está la convicción de que han sido pocos, muy pocos los alcaldes y prefectos que han cumplido con lo prometido y debido conforme a las normas; experiencias de que, por su ineptitud, han practicado el “dejar hacer y dejar pasar” tan en boga en muchos que han decepcionado por su incapacidad, escasas condiciones profesionales y por ser muy propensos a la corrupción.
El pueblo querría confiar y espera que las nuevas autoridades en las gobernaciones y en los municipios no decepcionen; que observen conductas honestas en todos sus procedimientos, y honradas en los manejos financieros y de los bienes confiados a su custodia y sana administración; de otro modo, serán parte de una larga cadena de ineptos y fracasados que no han sabido honrar su palabra, menos respetar y considerar la confianza depositada por la colectividad.
Una virtud que deberán practicar las nuevas autoridades es la humildad, porque el pueblo está cansado del exceso de soberbia, orgullo y petulancia; cansado y aburrido de prácticas demagógicas que han acarreado muchos males al país. Es necesario que las nuevas autoridades desestimen los malos ejemplos del pasado y su comportamiento digno deberá ser acicate para que sus colaboradores actúen munidos de las dotes que son necesarias para servir a la nación conforme a las leyes y una sana conciencia revestida de condiciones morales que los haga dignos de confianza.
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