El alcalde que mató al político

Mayo, junio, julio y quizá agosto de 2020 y el Covid-19 hacía estragos en Europa; Bolivia no fue estación que el virus haya pasado de largo. El impacto no terminaba en la gente, pero las cifras en la geografía nacional eran escalofriantes. Presumo que muchos lectores no estarán de acuerdo, sin embargo, el GAMLP tomó acciones correctas orientadas a impedir la saturación de las pocas unidades hospitalarias con salas de terapia intensiva con que la ciudad cuenta. Hizo de un ex hotel, recinto de aislamiento para pacientes con síntomas moderados, en el que se recuperaron adecuadamente y en condiciones dignas, pero también se redujo el número de contagios que sin ese albergue pudo haberse multiplicado.

Tomó otras acciones más, y Luis Revilla estuvo en primera línea para combatir el mal, de modo que, al poco tiempo, el tan cuestionado alquiler quedó en el olvido, porque la medida, pese a quien pese, fue acertada.

Pero retrotraigámonos en el tiempo para hacer un repaso a vuelapluma de lo que Luis Revilla hizo como alcalde de esta ciudad. Y siendo justos, La Paz tuvo cambios cualitativos que supusieron una transformación indiscutible. No sería honesto ignorar la construcción de varios puentes que mitigaron el tráfico vehicular, barrios de verdad, viaductos, cuatro hospitales que nunca como en esta pandemia fueron tan necesarios; el mejor transporte urbano del país, gran promoción de expresiones culturales, cientos de cámaras de vigilancia, jardines que atenúan el paisaje frígido de la hoyada. En fin, actualmente existen en construcción varias obras de gran magnitud sobre las que ojalá nunca pueda probarse ningún mal manejo o sobreprecios, que en estos años también han sido denunciados. En contrapartida hubo sombras que enturbiaron la gestión Revilla como las de la basura, asentamientos ilegales, pésima calidad de asfalto, gran carga impositiva, que son algunos de los ítems que jugaron en contra para el burgomaestre. A pesar de todo, Revilla fue un buen alcalde.

La Paz es una ciudad tremendamente conflictiva no solo por ser el escenario principal de todo movimiento social que tomando las calles hace mucho daño al paisaje urbano y que ha costado y va a costar siempre reparar, pero sus características topográficas son la principal causa de que no pueda tener un adelanto más acorde a las necesidades de una población asfixiada por la estrechez de la mancha urbana.

Ell haber heredado ya una buena gestión de Juan del Granado y asumido el liderazgo de un instrumento político que también fue la prolongación del extinto Movimiento Sin Miedo, le permitieron a Revilla acceder al gobierno municipal y prolongarse por diez años, porque la verdad es que Sol.bo, no es una organización que tenga estructura ni ideológica ni programática fuertes, como para trascender al departamento. Nunca la tuvo y hasta el día de las últimas elecciones, sus simpatizantes se redujeron a la frondosa burocracia municipal.

A esa ausencia de una línea doctrinal capaz de concitar la atención de la gente, se han sumado los errores políticos en que Luis Revilla ha incurrido en los últimos años, al tener una conducta extremadamente voluble y dejar al descubierto ambiciones desmedidas de poder que lo han llevado en poco tiempo a conformar alianzas, romperlas, rehabilitarlas, y volver a caer en sus deslealtades, sabiéndose insuficiente para lanzarse sólo a la competencia electoral; pero cuando lo hizo, todos sabemos los resultados desastrosos que obtuvo. En política nada hay gratis, pero hay que tener la sensibilidad suficiente para una correcta lectura de que cuando el poder de convocatoria es muy limitado, las exigencias deben ser también moderadas.

Tampoco comparto mucho aquello de que en política no hay cadáveres; por lo que a Revilla le costará mucho reanimar el instrumento que ha fundado y que actualmente no tiene ninguna relevancia. Sol.bo, es una organización que apenas pervive porque mantiene su existencia jurídica, pero es una agrupación prácticamente muerta.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.