Sagrado nombre de la Patria y de sus símbolos

Cuantas veces en la historia de nuestro país se tuvo que lamentar la presencia y actuación de personas que nunca respetaron y amaron los símbolos nacionales como son el escudo y la bandera, ciudadanos que se jactaron de haberlo servido y que reclamaron que las autoridades cumplan con sus deberes; personajes que protestan por el patrioterismo y los excesos de expresiones de amor a la patria y a sus símbolos, personas que no creen en Bolívar, Sucre o Santa Cruz que sean los padres de nuestra nación; en fin, ciudadanos que, soberbios y petulantes, sólo creen en sí mismos y hasta denigran al país y sus gobernantes, a sus instituciones y sus valores y no respetan que Bolivia y sus símbolos son sagrados para todos los bolivianos.

Esos seres, prevalidos de lo que poseen en bienes y de su militancia política que les permite “pasar todo por su partido”, se permiten pedir que “se cambie el nombre del país por uno que sea autóctono, originario, indigenista, plurinacional y multilingüe”; igualmente, “cambiar los símbolos nacionales como el escudo nacional y la bandera” sustituyéndolos con un símbolo cualquiera pero que “represente a sus ancestros”.

Cuántas majaderías y sandeces se han dicho al respecto y cuánta acogida tuvieron en quienes pecan de la misma ignorancia y estulticia. Cuántos sátrapas se han permitido protestar contra el buen nombre de la patria y sus fundadores, cuántos se han envanecido de ser originarios y nativos, pero haciendo ostentación de su “origen blanco” y protestando contra el “indio” de todos los tiempos.

La Patria, Bolivia, es la madre común de todos los bolivianos y nadie, atenido a su ignorancia y estupidez, tiene derecho a lastimarla e insultarla ni siquiera con el pensamiento; es país que merece, como cualesquiera otros del planeta, respeto y consideración.

Todos nos condolemos por los malos momentos, frustraciones y decepciones que sufre la Patria; sabemos de sus dolores y angustias, conocemos cuánta ambición ha despertado en quienes querrían para si sus inmensas riquezas y territorio fértil; nadie desconoce la mala calidad de muchos gobiernos y lo indebido realizado por regímenes de facto y más los auto-llamados “revolucionarios” que han ocasionado desgracias y dolores de toda índole a muchas generaciones; hemos sido testigos de traiciones y pesares ocasionados por muchos que han considerado a todo el país como su propiedad y se conoce cuánto daño hicieron los que pregonan patriotismos que no sienten ni practican; pero, ante tanto atribuido al país, cabría preguntar: ¿Qué hacen los que condenan todo y nada hacen por remediar algo? ¿Por qué siguen en el país y no asientan cabeza, sabidurías y sanas intenciones en otras naciones? Nada harían porque demostrarían también cobardía e incapacidad en otras tierras que no les aguantarían tanta sandez y estupideces practicadas en Bolivia por ellos y por quienes los imitan demostrando cuán poco son y cuánto mal pueden causar.

El nombre de Bolivia y la grandeza de sus símbolos, bandera y escudo, son sagrados y no deben ser mancillados por ningún mal boliviano que seguramente vive, o sólo existe, hastiado de lo poco que él mismo implica ser para sí y para su propio entorno.