El domingo pasado una nota, escrita por un comentarista en EL DIARIO, reveló que en la región de altiplano y valles del país unas 300 mil familias campesinas han abandonado total o parcialmente alrededor de 500 mil hectáreas cultivadas desde la antigüedad, y esos grupos se trasladaron a las ciudades y al exterior, sin mostrar algún interés para volver a sus tierras y a las labores agropecuarias.
La noticia resulta siendo alarmante, ya que mientras la reforma agraria de 1953 estuvo destinada a arraigar a los indígenas en sus tierras de origen, como demandaban ellos hasta por la fuerza, ahora resulta que han dejado sus comunidades y sayañas y no quieren retornar a las labores en el medio rural y, más bien, prefieren vivir en las ciudades para engrosar el crecido ejército de la burocracia insensible y satisfecha o dedicarse a cultivar coca en los yungas, o migrar al exterior, donde se convierten en obreros y algunas veces hasta en esclavos.
El dato también causa sorpresa, pues, en últimos años el gobierno estuvo predicando que los campesinos amaban a la Pachamama y la tierra se convirtió en una diosa y que iban a volver al arado, porque la tierra pertenecía a los indígenas.
También es destacable que mientras en la zona interandina se dejó de cultivar casi medio millón de hectáreas de terrenos que trabajaban desde tiempos milenarios, en la región oriental del país el aprovechamiento de la tierra pasó de 50 mil a más de dos millones de hectáreas, proyectándose, además, la ampliación de la frontera agrícola en otros dos millones más de hectáreas, dando de yapa grandes ayudas a los agricultores.
En fin, el problema puesto a conocimiento de la opinión pública y el gobierno resulta alarmante, desde el momento en que el gobierno de indígenas ofreció devolver las tierras a los indígenas, promesa que no se cumplió y, por el contrario, sirvió para que los campos sean abandonados, la producción agrícola se derrumbe, el pueblo quede sin alimentos y el gobierno tenga que alimentar a la población haciendo importación de toda clase de alimentos, con gasto de millones de dólares.
En fin, dentro de ese rosario de sorpresas, pese a las denuncias los medios oficiales, el Ministerio de Tierras, INRA, instituciones privadas, Confederación de Campesinos, etc., muestran una enorme indiferencia, sin dar ni la menor muestra de amor a la Pachamama.
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