En estos últimos años los bolivianos hemos asistido a tres elecciones, desde las de octubre de 2019 para elegir presidente, que fue objeto de anulación debido al fraude; la general de noviembre de 2020 y la reciente para elegir a gobernadores, alcaldes consejeros y concejales, todas, por supuesto, con un alto costo económico.
Las de la semana pasada, pese al alto número de candidatos, pues la nueva ley electoral promulgada por el anterior gobierno del MAS dejó sin efecto el pago de multas a los candidatos que obtuvieren un reducido número de votos, seguramente para que se produzca una dispersión del voto, que favorezca a los oficialistas del populismo, pues no olvidemos que éstos priorizaron los intereses de su partido a los intereses del colectivo en general, las elecciones fueron una vez más un acto plebiscitario, es decir de consulta sobre el afecto o desafecto a quienes ejercen el poder.
El gobierno de la segunda versión del populismo masista sigue los lineamientos del anterior que gobernó casi catorce años continuos y que pretendía quedarse “ad perpetuam” y, en consecuencia, en estas elecciones el electorado, especialmente el de las urbes que es mayoritariamente de clases medias, votó más que por los varios candidatos y sus variopintas propuestas, por el oficialismo o contra el oficialismo.
Si bien de acuerdo con la gramática española, plebiscito o elección significan lo mismo, el primero tiene más un carácter de consulta sobre lo establecido, y por ello en todas las muchas elecciones que se produjeron en los catorce años del gobierno del MAS, un importante sector de la sociedad urbana votó contra el oficialismo, de tal suerte que dejó a los varios candidatos ausentes de respaldo y sólo fueron votados los candidatos del oficialismo o la oposición.
Una vez más la enseñanza histórica de que el poder desgasta, se ha dado en estas elecciones subnacionales, pues, ¿cómo es posible que en las pasadas elecciones de noviembre el populismo hubiera obtenido casi el 55 % de los votos y ahora pierdan sus candidatos en las principales urbes? Si hacemos una sumatoria de los votos de todos los candidatos de oposición, éstos suman mucho más que los del oficialismo, entonces ¿en poco más de noventa días se habrá desgastado tanto el actual gobierno?
Los excesos que desde el poder político ejerce el oficialismo han sido rechazados contundentemente, pues a la conciencia ciudadana le incomoda el uso y abuso del poder, y precisamente eso es lo que ha hecho el oficialismo, con una millonaria campaña a favor de sus candidatos. La parcialización abierta del presidente a favor de los candidatos oficialistas, que importa una afrenta al resto de la ciudadanía que no sigue las posturas políticas del gobierno. Además, el presidente del Estado debería ser el presidente de todos los bolivianos y no sólo de los que votaron por su candidatura. Fue el cuatro veces ex presidente de la república de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, que en su último gobierno (1985-1989) renunció a la jefatura de su partido afirmando que era presidente de todos los bolivianos. La manipulación de la justicia para inhabilitar a los candidatos opositores con amplio respaldo electoral y las denuncias hasta de tipo sexual. El uso de bienes del Estado para la campaña y otros excesos evidentes.
Los ciudadanos que habitamos una urbe, deseamos autoridades que respondan a los intereses de su comunidad, por encima de los partidismos, peor aún si éstos tienen tendencias hegemónicas. Otra de las demandas de la ciudadanía, es la de buscar los necesarios equilibrios de poder, para evitar los autoritarismos que nos tienen ya hartados.
También queremos autoridades que lejos de oprimir a la ciudadanía, apliquen políticas de defensa de los vecinos, ante el excesivo poder y abuso de autoridad que se acostumbra en nuestro medio, olvidando que las autoridades elegidas y nombradas deben servir a los ciudadanos, pues los excesivos impuestos, multas de todo y por todo, corrupción generalizada, nos tienen agobiados, peor en este tiempo en que por la pandemia del Covid-19, y deficientes políticas de los gobiernos de turno, la ciudadanía está atravesando por una grave crisis económica y social que tiende a agudizarse.
Sólo el amor y servicio a los demás y una buena dosis de civismo patriótico harán posible que superemos, todos unidos, la crisis sanitaria y de salubridad, y desterrar las políticas del odio, la división y enfrentamiento, el racismo de arriba o de abajo, el despilfarro y otros males que nos han hecho y hacen mucho daño como país y sociedad organizada en Estado.
El autor es Abogado, Politólogo y escritor.
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