Recuerdos del presente
Los resultados del 7-M confirmaron que hubo fraude en octubre de 2019 y también en octubre de 2020. Un partido no puede perder 1,5 millones de votos en seis meses, salvo que los trajera inflados.
Y las repentinas decisiones de meter presos a militares y policías que actuaron en 2019 confirman que no son los juececillos masistas los que manejan las cosas, sino un largo brazo, una transnacional.
Los juececillos apenas entendían las instrucciones de Héctor Arce Zaconeta, y menos han de entender las que reciben de la transnacional, que tiene designios difíciles de desentrañar.
Lo único efectivo que se ha producido en estos días es que el cocalero Morales se fue del país, lo que es indicio de que las cosas están muy difíciles y él sabe que su delicada sensibilidad de mariconazo no las podrá tolerar.
“Todos a la cárcel” dice la nueva orden. No solo el general Sergio Orellana, que había sido el primero de su promoción y fue ascendido a comandante de las FFAA por Jeanine Áñez, sino también Williams Kaliman, que había sido octavo de su promoción y pese a ello ascendido a comandante por el cocalero Morales. Todos.
La primera interpretación, la elemental, es que el cocalero todavía no se ha resignado a haber sido forzado a interrumpir –para siempre– su dictadura, que hubiera querido mantener hasta por lo menos hasta 2035.
Entonces, según esta lectura, es preciso castigar a todos los conspiradores que hubieren participado en aquella «conjura», aunque todos sepan que fue una protesta popular jamás vista en Bolivia la que impuso su verdad.
Después de la vergonzosa derrota del 7-M, el MAS tendría que buscar en los campos de batalla lo que queda de sus estandartes y llevarlos a una pira en homenaje a uno más de los partidos bolivianos que pasaron a la historia.
En el cementerio de los partidos que alguna vez fueron hegemónicos en Bolivia hay tantas tumbas y mausoleos que no hará diferencia uno más, aunque lleve colores con banderas chillonas y medio cariñositas.
Pero los juececillos han quedado con un encargo muy difícil. Deben presumir que el partido en cuestión todavía existe y está vivito y coleando, para luego pasar a aplicar castigos a nada menos que militares en ejercicio.
Cuando se den cuenta de que están obedeciendo a fantasmas, a almas en pena, los juececillos anularán todo lo actuado, como dicen ellos.
Pero mientras tanto hay que ver este espectáculo, ofrecido por un partido que alguna vez ha tenido fuerte presencia, aunque, ahora se sabe, era solo chanchullo.
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