De cada diez vacunas contra el covid-19, producidas en los laboratorios farmacéuticos a nivel mundial, una va al Tercer Mundo (10/1). Ese dato que revela la prensa internacional corre la cortina y deja entrever, en esta coyuntura, las desigualdades en el mundo. Es una situación de desventaja para los países subdesarrollados, –dependientes y atrasados– si se prefiere entender así. Las naciones postergadas, aún en las peores condiciones, tienen que demostrarse a sí mismas que sí se pueden educar para enfrentar las pandemias, como una forma de fortalecerse y no perecer. En ese sentido, la educación como prevención y prospectiva es un arma estratégica para los países de la periferia, por las exigencias históricas que se expone:
–La Educación y la deseducación, se debe comprender en su contradicción. Es decir, todo lo que le hace crecer al ser humano, en sus diferentes dimensiones, en el desarrollo pleno de sus potencialidades y su bienestar, es educación. Sin embargo, todo lo que va en contra de éste, se considera como deseducación. Argumentado un poco más: la educación es el desarrollo de las capacidades de la persona, en sus diferentes dimensiones: cognoscitiva, afectiva, motriz, ética, estética, etc. Empero, la deseducación está relacionada con el adoctrinamiento, el pensamiento único, el totalitarismo y, en el peor de los casos, la anulación del pensamiento crítico y creativo.
–La Educación permanente, como algunos pensadores ya habían argumentado, es una “categoría eterna”. Como ámbito y proceso, la educación no está limitada, más bien está dándose en la vida. Es un proceso de interinfluencia con otros factores. En ese horizonte la educación es “permanente” porque no permanece inmóvil. Es dinámica, en todos los espacios: formal, No formal e informal. El ser humano puede educarse y aprender; y como proceso, es el desarrollo de sí mismo en la transformación de su medio natural, cultural y viceversa.
–El Autoaprendizaje y la autoformación, es como un docente exhortaba a sus estudiantes: la institución educativa te da 10 %, el 90 % es autoformación. El auto-aprendizaje es la capacidad de trazarse horizontes de desarrollo que uno logra pero que se convierte en un camino con diferentes metas. No hay edad, ni obstáculo para que el ser humano siga aprendiendo y desaprendiendo. En la adversidad se aprende aún más, pero lo que queda es la experiencia, la lección, como dice la frase: “pequeños errores son grandes lecciones”. Por otra parte, recomiendo a los que me escuchan y leen: “Si no sabes algo, lo aprenderás”. Nadie nace sabiendo ni con la experiencia ya hecha.
–La naturaleza, la ciencia, la tecnología y la sabiduría, se abren con una pregunta: ¿Es importante la educación por el arte? Ciertamente, pero también es significativa la educación por la ciencia y la tecnología, el lenguaje, la naturaleza. Para un educador la naturaleza no solo es un recurso, sino la fuente de todo un proceso de aprendizaje ecológico, es un medio para amar la naturaleza en la misma medida que la respeta. Entonces, la ciencia, la tecnología deben humanizarse porque es creación del género humano. La ciencia nos da conocimiento. Las vivencias, las experiencias y las disciplinas humanísticas, sabiduría.
–La salud y la educación, en esta crisis mundial, debe convertirse en un medio, un proceso para que la humanidad toda dé importancia a las mismas; como se le da a la política, al fútbol. No puede ser que después de la pandemia la salud y educación tengan la misma minusvaloración de antes. Un médico, un educador tendrán más importancia en los medios de comunicación que un vendedor de ilusiones o un nigromante.
–La educación como vacuna, que se esgrime, es en sentido metafórico. No en la lógica de la inoculación, sino en el proceso de concientización, de organización y utopía. En una dimensión más profunda de autoconciencia con los demás. De una conciencia crítica e histórica que se organiza para comprender, luchar y transformar. Es también, la sabiduría de: educar, educándonos; concientizar, concientizándonos y revolucionar, revolucionándonos. Tarea nada fácil en un mundo lleno de cicatrices y equivocaciones.
Apostar por la salud y la educación es jugarse por la humanidad, por la cualidad y condición de un nuevo humanismo, donde la persona valga por su trascendencia y sus valores, por el respeto a uno mismo y a los demás. Que no es simple sumatoria sino la esencia y la condición humana en esta inmensa constelación donde se ubica nuestro pequeño planeta. Agradezco a una lectora que puso el título al presente artículo y que será también el título de una próxima entrega bibliográfica. Para finalizar, una paráfrasis: la educación es el único acto soberano que nos queda.
Rolando Barral Zegarra es investigador y docente de la Carrera de Ciencias de la Educación. Universidad Mayor de San Andrés.
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