Todo el Gobierno en campaña electoral y otras lindezas

Entre las torpezas del “proceso de cambio”, una de las más salientes es la injerencia de las autoridades del Gobierno en las campañas electorales del MAS, efectuando un descarado proselitismo. Este hecho parte desde el presidente del país, ministros, etc., hasta el último funcionario público. Éstos son convertidos en peones de campañas, para pintarrajear muros, pegar afiches y como grupos de choque, so pena de destitución.

Esta práctica masista ha roto en los catorce años y después de su corto interregno la no injerencia electoralista oficial, principio ético y de pulcritud política observado por los distintos gobiernos predecesores de esta etapa destructora de institucionalidad. No existe prohibición expresa normativa sobre el particular, pero los citados principios lo imponen. En materia ética gubernativa tenemos mucho que aprender del resto de las naciones. Los mandos legalmente constituidos deben ejercer su autoridad para todo el país y no sólo para beneficio de su parcialidad política. Esto es a una suerte de dictadura oligárquica, lo que la participación y la equidad es a la democracia.

La asunción de Luis Arce a la presidencia abrigó la esperanza de un cambio en el estilo de gobierno, pero la decepción no tardó en hacerse patente. Estamos ante una reedición empalagosa del desempeño de mandato de Evo Morales Aima. Arce no ha podido avanzar más allá de la huella de su “jefazo”, quien sigue marcándole paso a paso lo que debe y no debe hacer, engendrando sus errores. Entre muchos extremos, vemos al mandatario distribuyendo obsequios y regalos a sindicatos o a grupos como el de las “bartolinas”, no erogados de su bolsillo sino del Estado. Tampoco se ha liberado del aparato y suntuosidades de los ritos originarios en los propios edificios estatales. ¿Religión o folklore? Esta copia acumulada denota falta de autenticidad, de personalidad política, condimentos alentados en presencia de un nuevo gobernante.

Pero algo es más grave aún; la judicialización de la política ejercitada vastamente por el maestro de Arce Catacora que, repetida ahora, en buen romance no es otra cosa que persecución política, venganza y opresión, cual se nos ofrece precisamente en estos días. Es claro el designio, pasado el envite sub nacional debe caer la guillotina sobre las cabezas opositoras y de las de ex transitorios. El terror es el mejor aliado de las dictaduras.

La desatinada injerencia electoralista comentada, es parte de la apropiación patrimonialista del Estado --a cuyo alrededor hemos hecho comentarios en anteriores artículos-- pero es claro que ahora se trata de su complemento instrumental de centrifugación de toda participación en la función pública de los sectores con alguna sospecha anti régimen. La apropiación patrimonialista se convierte en hacienda feudal, donde el uso y abuso impera a título de señor y patrón. Tal es la expropiación a la nación boliviana.

Esto da pábulo a que infaltables oportunistas exijan ocupar cargos públicos expulsando a viva fuerza a los servidores en ejercicio como se manifestó en La Paz, no bien habían asumido las nuevas autoridades. Atropellos semejantes se han producido en las sedes de YPFB cruceñas, las mismas que tuvieron lugar hace algunos días en Cochabamba. ¿Cuál es el argumento esgrimido? Simple y llanamente haber sido partícipes y colaboradores de la campaña electoral del MAS. Peonada que oficia en labores proselitistas como las indicadas líneas arriba. La aspiración de esta hueste no se limita al desempeño público de base como podría decirse, sino a situaciones de mayor jerarquía. Hemos visto a un pintarrajeador de muros y calles de Potosí, nada menos que elevado a Vocal del Tribunal Supremo Electoral, organismo coautor del tristemente célebre gran fraude electoral del 2019, destinado al frustrado cuarto gobierno de Evo Morales. De esta misma o similar tarea proviene una mayoría de las bancadas parlamentarias del partido de gobierno tanto del presente como del pasado. Otro tanto sucede en el resto de la estructura estatal. Así van y están las cosas en el país, y así le va a nuestro país bajo tales lindezas.

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