La corrupción, implacable, invade campos de la salud

Es increíble concebir que muchos hombres hayan llegado a la sima de su maldad e indiferencia con la vida de sus semejantes: y este es el caso de los sinvergüenzas --(según diccionario de la lengua: sinvergüenza :pícaro, bribón, persona que comete actos ilegales en provecho propio y que incurre en inmoralidades)--; ¿cómo se puede creer que en estos tiempos de pandemia por causa del coronavirus, la salud del pueblo sea objeto de turbios negocios y conductas corruptas de quienes buscan enriquecimiento sin que les importe el dolor ni la desgracia.?¿Hasta dónde se llega con tal de contar con más dinero y se negocia vacunas a costa de la salud y vida de personas que esperan ser vacunadas para enfrentar al virus?

Casi en todos los países(especialmente de Sudamérica) hay reproches, acusaciones, denuncias contra autoridades de todo rango por haber dispuesto o permitido apropiación indebida de partidas de vacunas y seguramente también por sobrefacturaciones, desvío de partidas o cajas de vacunas, entre otras formas de corrupción con tal de robar, engañar, estafar, traicionar al país que vive pendiente de su población y querría evitar contagios y más muertes de las habidas y que, en muchos casos, no cuentan ni con cementerios porque ya fueron copados con los que se adelantaron en morir. Personas sin escrúpulo ni sentido de amistad y caridad, aprovechando el cargo que ocupan, se adelantaron “para animar a la población y no teman vacunarse”, (extraña forma de condolerse y disimular la falta cometida).

¿Cómo y hasta dónde será posible apelar a las conciencias de quienes tienen instinto de ser corruptos, condición que los hace indolentes y contrarios al bien? Una vez más se prueba cómo la podredumbre moral, tan solo por intereses subalternos, anula sentimientos y virtudes, abandonando principios elementales de respeto, consideración y solidaridad. Todos esos casos han perdido la fe y confianza de la colectividad y no merecen continuar en los cargos que ocupan y, de seguir, “el sabor de su bajeza” los incitará a cometer nuevas faltas contrarias a la convivencia que debe reinar en todos los pueblos.

Esa conciencia debería ser acicate o impulsor importante para que cada quien que esté inclinado al mal, reaccione y actúe conforme a la formación moral que, con seguridad, tuvo en el pasado y hacía que obre correctamente. La población no tiene por qué vivir en vilo, pendiente de lo que pueda ocurrirle por obra y culpa de la corrupción que, como ahora, ha llegado al extremo de jugar con la vida de sus semejantes, inclusive sin importar que entre ellos pudiesen estar sus propios familiares. Quienes ocupan funciones de servicio, como son las públicas, están doblemente obligados a mostrar comportamientos dignos, honestos y responsables y conforme a ellos actuar en todo momento de su vida.