El que fuera dos veces presidente de la República de Bolivia en las primeras décadas del pasado siglo, general Ismael Montes, lanzó una frase para la historia: “No toquéis al Ejército”, (entiéndase hoy a las Fuerzas Armadas), en referencia a que esta institución es una de las más importantes de todo Estado, pues tiene como misión la seguridad y defensa del territorio y la sociedad, además de coadyuvar en el desarrollo del país y otras funciones que le otorga la Constitución y su Ley Orgánica.
El actual régimen de gobierno populista ha desatado una persecución política a través del Ministerio Público y la Judicatura, contra jefes y oficiales superiores de las Fuerzas Armadas, encarcelando a Generales y Almirantes, cual si fueran delincuentes comunes, como lo hizo el anterior régimen autoritario del señor Evo Morales, que encarceló a otros destacados jefes y oficiales. El pretexto ahora inventado es el de un supuesto golpe de Estado que se hubiera producido en noviembre de 2019, cuando todos sabemos que, ante el levantamiento del pueblo en sus clases medias urbanas, en protesta por el fraude electoral de octubre de ese año, y porque el inconstitucional presidente Morales (había estado ya tres períodos en el gobierno, cuando la Constitución señala dos períodos) pretendía quedarse en el gobierno de por vida. Éste renunció y huyó del país, renuncia que fue seguida por el vicepresidente y los presidentes de ambas cámaras del Órgano Legislativo, lo que determinó que asuma la presidencia la vicepresidenta del Senado, como lo dispone la misma Constitución.
La finalidad de la persecución a los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, a los gobernantes del período transitorio y dirigentes de la sociedad civil que protestaron 21 días en las calles, es el revanchismo y amedrentamiento, para que en el futuro la fuerza militar y la ciudadanía se abstenga de la legítima protesta ante los excesos del poder que son la característica del populismo que sigue los lineamientos del “socialismo del Siglo XXI”, propugnado por el Foro de San Pablo, en el que se han cobijado los comunistas de Latinoamérica, luego del estrepitoso derrumbe del socialismo marxista en Europa.
Las Fuerzas Armadas de la Nación (aunque ahora el populismo ha borrado a la Nación boliviana, reemplazándola por el Estado Plurinacional, creando artificialmente treinta y seis naciones, en la que no figuran la mayoría de los habitantes del país, que son de origen “mestizo”) son el pueblo mismo en armas y no son fuerza armada de ningún gobierno coyuntural, sino de la Patria, es decir de la sociedad organizada en Estado que se llama Bolivia. Si bien tiene como obligación: “garantizar el imperio de la Constitución Política del Estado y la estabilidad del Gobierno legalmente establecido (Art.6-a) de la LOFA, deben: Defender y garantizar el legal desenvolvimiento de las instituciones nacionales (Art. 6-d), que es lo que hizo el mando militar, al aconsejar al gobierno en fuga de Morales que renuncie en aras de la pacificación del país, amparado en el Art. 40 de la Ley Orgánica que reza que el Comandante en Jefe es el portavoz de las decisiones y recomendaciones de las Fuerzas Armadas.
Además de la sugerencia del Comando en Jefe de las FFAA y su Estado Mayor en 2019, sugirieron la renuncia de Morales el directorio de la Central Obrera Bolivia (COB) que, como todos sabemos, es aliado del gobierno populista del MAS, la Iglesia Católica que demandó el cese de la violencia desatada por instrucciones de Evo Morales. Entonces, ¿por qué no se enjuicia y persigue a los cobistas, a la jerarquía eclesiástica, a los miles de ciudadanos que salieron a las calles en defensa de la democracia y repudio al poder hegemónico del régimen de Morales?
Es repudiable que algunos jueces y fiscales sean serviles al poder político y no como lo sentenció el padre de la judicatura boliviana, Pantaleón Dalence, que: “la única servidumbre que no mancha, es la servidumbre a la ley”.
Como ayer, ahora decimos: “No toquéis a las Fuerzas Armadas”, porque son el reservorio del patriotismo y amor a Bolivia”.
El autor fue docente de institutos militares de las tres fuerzas, durante tres décadas.
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