Recuerdos del presente
A fines de febrero de 1956, cuando Fidel Castro llegó a la Sierra Maestra, esa región era para Cuba lo que ahora es el Chapare para Bolivia: un nido de narcotraficantes.
No solo era el reino de la marihuana, sino la cueva de las ratas de la mafia norteamericana, como Lucky Luciano, Anastasia, Santos Trafficante, Meyer Lansky, las familias Gambino y Colombo, según dice Juan F. Benemelis en su ensayo “El cártel de la Habana”.
La decisión de Castro de instalarse en esa región estaba inspirada en razones de estrategia militar pero, sobre todo, en razones financieras. Sin los ingresos de la droga quizá Castro no hubiera entrado triunfante en La Habana, adonde llegó acompañado por los narcotraficantes Crescencio Pérez y Edecio Hernánez, según dice el bloguero Luis Dener y lo confirma Benemelis.
Y en julio de 1957, Raúl Chibás, del Frente Cívico Revolucionario antibatista, denunció en el hotel Sands de Miami Beach que Castro estaba alentando las plantaciones de cannabis en la Sierra Maestra porque “la marihuana excita la combatividad de las gentes”, además que la venta de la droga permite contar con recursos para la revolución.
Esta antigua relación de dependencia mutua entre revolución y drogas llevó a que el “comandante cannabis”, como llama a Castro el bloguero Dener, propusiera a Hugo Chávez, Daniel Ortega y Evo Morales en los años 90 usar “nuestra propia bomba atómica contra el imperio”, aludiendo a la cocaína.
Cuando el presidente colombiano Iván Duque habla de la “transnacional del crimen organizado” está aludiendo al vínculo que tienen los gobiernos del “socialismo del Siglo XXI” con las actividades ilegales, comenzando por el narcotráfico. La “pasta de coca” que el cocalero Morales le enviaba a Chávez, como éste último reveló en enero de 2008 ante la asamblea nacional venezolana, era un presente personal que viajaba desde Bolivia en los aviones militares que llevaban la cocaína del Chapare a Venezuela, según el relato de Leonardo Coutinho.
La moral revolucionaria es, como se puede observar, muy flexible. El fin justifica los medios, dicen los comandantes.
La relación de las drogas con las guerras y las revoluciones ha sido muy frecuente en la historia.
Ahora, el cocalero Morales admite que el plan de su partido para «recuperar la democracia» en Bolivia fue elaborado en Cuba. Por la manera cómo ha sido diseñado el plan y es ejecutado, se observa que quizá los revolucionarios han quedado demasiado excitados y que necesitan un tratamiento apto para casos de sobredosis.
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