Volviendo a ocuparnos del político, de los políticos, a los que nos venimos refiriendo con cierta insistencia, es cierto; no obstante, retornamos al tema conviniendo en que son ellos, al fin y al cabo, los que timonean para bien o para mal la nave del Estado. Además la política es el pan del día y algunos –sus usufructuarios— la consumen gustosos mientras otros –los más— la degluten con desagrado. Shakespeare, en algún momento, dijo que la “política está por encima de la conciencia” y, si es así, ésta se disuelve en el cálculo, en oportunismo. Para Voltaire la política “es el arte de mentir a propósito”, por conveniencia, por interés.
Volviendo al hilo de una nota anterior sobre el tema, recordamos que la política tan peculiar, tan degradada, que vemos en el país, trajo consigo la obliteración del concepto natural del político. Sin duda, esta devaluación tan notoria se extremó por obra del ex presidente Evo Morales Aima y de su segundo Álvaro García Linera. Sus planes de presentar a Bolivia como país cien por ciento indígena, les hizo recurrir confusamente a quienes les sirven de gleba para pintar muros y calles con la postulación de su jefe, fijar afiches y son los alboroteros y grupos de choque del MAS. De tales líneas oblicuas reclutan legisladores y altos funcionarios del Estado.
Esto quiere decir que de la noche a la mañana han convertido a estas gentes en “políticos”, al margen de toda exigencia e idoneidad, surgiendo la degradación del criterio que exige la política de sus oficiantes o representantes, desviación obvia de funestas consecuencias acompañada de una inagotable resiliencia de los bolivianos.
Esta infravaloración del político crea el concepto, la idea popular y general que se tiene de este espécimen de la vida pública. Es decir, ha cambiado rotundamente la imagen del político que se tenía. Cuando el coloquio del común de la gente se refiere al político de nuestros días, su mente se transporta al colocador de afiches y a otras peonadas propagandísticas descritas más arriba. Tales tipos de participación es título suficiente para aspirar y ser incorporado al Órgano Legislativo, ministro, embajador, etc., como hemos visto y continuamos viendo. Esta cuasi burla, ha traído consigo el desprestigio del Órgano Legislativo ante la opinión pública nacional y su auto vilipendio. Muy lamentable.
En el mismo plano, la dirigencia sindical es el máximo galardón y título de accesión a dichos destinos. El mismo Morales había iniciado su caminata de dirigente en la humilde Secretaría de Deportes de una de las federaciones cocaleras, pero la esgrime a título de justificación de sí mismo y la toma como patente para los roles de magnitud que requiere el Estado.
Así se inicia el periplo de este nuevo espécimen del político varón y de la política en nuestro medio. No hay duda que lo descrito no se adecua ni lejanamente a lo que se entiende por político fuera de nuestras fronteras y ni qué decir en otras latitudes. Quienes irrumpen en el extranjero a la actividad política, aunque no sean en rigor intelectuales, deben poseer vasta cultura y tener, entre otras, visibles dotes oratorias, correcto discernimiento, etc. No pocos son autores de obras y de literatura varia y, en fin, se trata de ciudadanos que sobresalen del común y se distinguen no por su posición social sino por la “aristocracia” del conocimiento, que es la única aristocracia de nuestros tiempos, como sostuvo el eminente uruguayo José E. Rodó. La historia parlamentaria del país muestra períodos brillantes, empero tratar de esbozarla no corresponde al propósito de este comentario. Complemento indispensable y de primer orden del político es la ética y la moral personales. Quien no registre una hoja limpia en este capítulo no debería asomar ni de lejos y menos ser seleccionado para actuar en política. Ahora bien, no podemos dejar de admitir que en unos más que otros países de nuestra América Latina ha descendido la calidad de sus legisladores, inclusive en lo ético, y lo propio a nivel del Ejecutivo, pero no a la sima en la que se debate nuestro Parlamento.
Este aspecto, deplorablemente, no es requisito en nuestro medio y vemos un desafile pletórico de personas portadoras de notorias tachas éticas anteriores o manifestadas en el ejercicio público. Circunscribiéndonos a lo parlamentario de catorce años, vemos que en su seno ha campeado la mediocridad y una caótica falta de ética de muchos de sus miembros, sin embargo, bajo socapa de sus colegas mayoritarios. Ello fue producto del enrolamiento indiscriminado tan característico del régimen imperante en el país. Son y deben ser los partidos políticos que tomen a su cargo estas responsabilidades en beneficio de su propia salud política. La realidad es que al presente se puede decir que los partidos han desparecido, habiendo una profunda crisis del país en este plano. Por ello el MAS se ufana de ser el primer y más importante partido, pero en soledad, ya que al frente el vacío es enorme.
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