Alguien dijo que los políticos son la escoria de la humanidad. Posiblemente tienen sus luces y sombras. Pocas luces, muchas sombras. Entre éstas últimas se advierte que, en dictadura o democracia, siempre estuvieron tras los recursos del erario nacional, para medrar o resarcirse económicamente. Este aspecto está debidamente corroborado por la historia nacional y latinoamericana. Nadie administra la cosa pública gratuitamente, sino succionando las arcas del Estado hasta agotarlas. Pocos cultivaron ideas o sustentaron ideologías. Los más fueron fichas que obedecían, ciegamente, los dictados de quienes creían ser los “salvadores”.
La indiferencia de los políticos, enfrascados hoy como ayer en riñas internas, posterga el tratamiento de temas sensibles que incumben a los supremos intereses del país. Entre éstos se menciona los aspectos económicos, que ameritan un tratamiento urgente e inmediato. Basta recordar que el erario nacional está muy debilitado. A raíz de ello el anterior y actual gobierno, como bien sabemos, tuvieron que recurrir a créditos externos para honrar los bonos, en tiempo de pandemia. Y, en estos momentos, se espera el resultado que arrojará, este fin de mes, la recaudación por el Impuesto a las Grandes Fortunas. A un principio se dijo que serían 100 millones de bolivianos, un monto que tendría que salir de la chequera de unos cuantos ricos. Este impuesto es uno de los compromisos adquiridos por el partido azul durante la campaña electoral de 2020.
Bolivia requiere de paz social y estabilidad política para encarar proyectos que signifiquen un futuro mejor. Sin dichos elementos no le será posible construir puentes que nos permitan acariciar el progreso y bienestar. Los apetitos sectoriales y ambiciones personales son una rémora para tal efecto.
Requiere, asimismo, generar recursos para pagar haberes, por lo menos, a más de 300.000 empleados públicos. El monto que necesita para cumplir con esa obligación salarial mensual es de 4.000 millones de bolivianos. Ya lo ratificó, antes de irse, el ministro de Economía y Finanzas Públicas del anterior gobierno, Branko Marinkovic (EL DIARIO, 2 de noviembre de 2020).
Situación que debería hacer reflexionar a los políticos, que intentan imponer sus designios contra viento y marea, a fin que rectifiquen sus actitudes y revisen sus discursos, por el bien común. La sensibilidad social y el principio de solidaridad deberían primar ahora que vivimos una etapa de austeridad.
Pero apenas la ciudadanía retoma la normalidad y los precios de los commodities tienden a recuperarse, en la era del “enemigo invisible”, pretende retornar la convulsión social que, en el pasado inmediato, privó de alimentos, medicamentos y gas medicinal a una ciudadanía que luchaba por preservar la vida, la salud y el bienestar. El país espera producción y está harto de convulsión. Divisas y no arengas. Las movilizaciones, con o sin cálculo político, no le hacen bien a la Patria, lastimada por la crisis económica y emergencia sanitaria. Y sin centavos en el bolsillo. Qué triste realidad.
En suma: que los políticos, y no es preciso mencionar su distintivo ni tendencia ideológica, hagan Patria, en caso contrario que se vayan a su casa…
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