Sin peligro de equivocación, y hasta exageración, se puede afirmar que la mayor responsabilidad para un hombre es gobernar un Estado, Nación o País. Con seguridad se puede afirmar que esta labor es el resumen de todas las misiones, funciones, trabajos más delicados, justos, perfectos y hasta sabios en la vida del hombre y sus pueblos.
Gobernar, dirigir o administrar un país es, pues, permanente y cumplimiento responsable de lo encomendado; es, finalmente, el uso de la libertad del pueblo, transferido a sus gobernantes para obrar dentro del bien y sujetos a las leyes. Se han hecho las disquisiciones anteriores para mostrar simplemente la situación de los gobernantes actuales de nuestro país que, seguramente por el poco tiempo transcurrido desde que asumieron el poder o por otros factores o razones, han descuidado muchos aspectos de la vida nacional.
Es urgente tomar conciencia de que un gobierno no puede aplazar decisiones que la nación requiere con urgencia, porque hay problemas económicos, políticos, internacionales, sociales y otros que deben ser estudiados y, en lo posible, corregidos o solucionados; de otra forma, se corre el riesgo de que, con el tiempo, adquieran mayor gravedad de la que tienen y –esto es lo más grave— su posterior solución resulte más difícil. Los problemas, con su añadido de impensadas dificultades, deben ser estudiados, analizados y encararlos, no posponerlos hasta un mañana que, a veces, nunca llega, y remediarlos.
Para el Presidente de la República, por grave y honroso que debe ser gobernar al país, debe estar latente el principio de servicio con amor, honestidad, honradez y responsabilidad. Él, como Primer Mandatario, no puede soslayar lo que debe ser entrega, dedicación, respeto, consideración, afecto y vocación de servicio a todos los ciudadanos sin distinciones ni egoísmos ni resquemores, renunciando a todo sentimiento negativo y contrario a los complejos e incitaciones de áulicos y partidarios de acciones violentas.
Generalmente, la tenencia del poder hace que se olvide que gobernar es una acción de servicio honesto, honrado, digno y que refleja humildad de sentimientos por el amor que insufla la vocación y amor por el país y el pueblo sin pausas ni reparos teniendo conciencia de que cada uno de los componentes del país tiene los mismos derechos que cada gobernante cree tener y, ante los reclamos y oposiciones, no tener en cuenta que es preferible ser impopular en un momento y luego, a la luz de la verdad y las perspectivas futuras, demostrar que se ha obrado con corrección y honestidad. Actuar en sentido contrario es irresponsable y hasta de indiferencia ante los males que afligen al bien común. De todos modos, se debe propender a encarar las situaciones difíciles del país, a sanear la economía y, en lo posible, a crear las condiciones de paz social y unión entre los bolivianos con miras a que el gobierno despliegue sus mayores esfuerzos para conseguir un país unido, sopesando inclusive las pretensiones de grupos políticos que, con escasas excepciones, solamente buscan la satisfacción de sus intereses y conveniencias.
Finalmente, hay que convenir en que gobernar es desistir de intereses personales y de partido a cuya militancia se debe renunciar porque nada puede anteponerse a la misión y honra de gobernar a la nación cuyo presente y futuro son de todos los bolivianos sin excepción alguna.
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