Parte II
La página de Facebook, el Confesionario UCB, fue la voz silenciada de muchas jovencitas que fueron acalladas por un sistema legar lento y corrupto, el cual no se cansa de agredir y seguir agrediendo a las víctimas de violación o de delitos de índole sexual. Cuando la justicia no resguarda al inocente, no queda más que buscar opciones para la consecución de un proceso libre de trabas legales, en ese aspecto las Redes Sociales fungen como control social y no sólo eso, también como juez y parte, sin posibilidad de defensa.
Es de esta manera (en el caso puntual que nos atañe), que las Redes Sociales han abierto las puertas de par en par a la llamada “ideología de género”, pues cuando la justicia falla, cede el paso al “yo sí te creo» y no sólo eso, se presupone «a priori» la culpabilidad del acusado por el hecho de ser hombre, puesto que para la ideología de género el varón esta predeterminado para cometer delitos de esta índole y la mujer, por el solo hecho de ser mujer, siempre, pero siempre dice la verdad. El famoso «yo sí te creo» se convierte en un juicio de valor altamente peligroso, se juzga y se condena tan rápidamente que no da lugar a réplica alguna.
La confrontación entre ambos sexos constituye base fundamental para la ideología de género, la misma que al tener una fuerte carga ideológica marxista ve por indispensable una renovada lucha de clases, sustituyendo al capitalismo malvado por el «macho opresor», al proletariado oprimido por la «mujer oprimida» y el maligno “imperio” por el famoso “patriarcado”, para ello, de manera hábil dicha ideología ha sabido abrirse paso incluso en el mundo académico. No resulta extraño escuchar hablar de «masculinidades sanas», utilizando para ello la falacia de que la «sexualidad es una construcción social», donde el hombre debe aprender a ser hombre, o mejor dicho, donde el hombre debe aprender a ser más sumiso, manejable y dócil.
La ideología de género ha llegado a suplantar la falta de justicia por una condena social, el hombre es el causante de todos los males, mientras que la mujer termina siendo siempre la víctima del «macho opresor», de esta manera se distorsiona la complementariedad entre hombre y mujer, se desconfía del varón, por el solo hecho de serlo. Esta desconfianza genera aislamiento, la idea es clara, mientras el ser humano se encuentre más desconectado entre sí, es mucho más fácil de manejar, engañar y manipular.
Las Redes Sociales ahora no solo denuncian delitos, también juzgan sin derecho a réplica, al hombre heterosexual se lo prejuzga e inquiere, el «yo sí te creo» se convierte en cosa juzgada, más aún si se llega a tratar de un varón heterosexual y creyente de Dios. Solo espero que el sentido común no sea remplazado por simples consignas y la sexualidad que emana del derecho natural no sea suplantada por simples «opciones».
Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.
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