El Litoral boliviano visto por Pallière

Desde el nacimiento de Bolivia en 1825 hasta el inicio de la Guerra del Pacífico en 1879, diversos viajeros franceses, como científicos, exploradores, artistas, diplomáticos, marinos y militares, registraron en memorias de viaje o álbumes ilustrados, imágenes del litoral boliviano.

De esta manera, uno de los más destacados fue el pintor Jean-Léon Pallière, poco conocido por la historiografía nacional. Pallière nació el 1 de enero de 1823, en Río de Janeiro, de padres franceses y fue llevado a París a la edad de siete años. Estudió arte en la citada ciudad y fue discípulo de Picot. En 1848, viajó por primera vez a Buenos Aires, luego se dirigió a Río de Janeiro e ingresó a la Academia de Bellas Artes y fue becado por el gobierno brasileño para estudiar en la Academia de Artes en Roma.

En 1856 arribó a Buenos Aires, sobre esta etapa los investigadores Alberto Dodero y Philippe Cros, escribieron que Pallière: “de todos los pintores extranjeros que se aventuraron en el Río de la Plata, fue por cierto el que mejor captó las costumbres de la población nativa”. Es necesario indicar que los primeros años se dedicó a la pintura y a la litografía sobre la temática local.

Posteriormente, a inicios de 1858 recorrió parte de Chile y a mediados de agosto desembarcó en el puerto boliviano de Cobija, sobre ello escribió: “A las 5 y ½ de la mañana nos encontramos ante Cobija, fondeando a las 7. El mar se halla en calma y una atmosfera brumosa oculta la cumbre de las montañas. Lo primero que se ve en lo alto es un hospital, construido a expensas de los mineros. La ciudad se compone de un pobre grupo de viviendas edificadas al pie de la montaña, que se levanta bruscamente”. Más adelante detalló: “casi todas las minas y las industrias son explotadas aquí por franceses”.

Luego como parte de una caravana cruzó el desierto de Atacama y arribó a la población de Calama, de la cual describió: “tiene unos trescientos habitantes indios, que viven en verdaderas casuchas, con un gran abandono y en estado semisalvaje. En los alrededores existen numerosos vestigios indígenas de la época de la conquista española. Quedan muchas tumbas en las ruinas de las grandes ciudades, y las excavaciones serían cosa fácil. Se encuentran momias perfectamente conservadas, con los cabellos todavía intactos; hay, además, alfarería rojiza con dibujos negros”.

Posteriormente, se trasladó a la población de Atacama: “está situada en una llanura y se compone de propiedades cerradas con tapis de 2 y ½ varas de altura, que permiten distinguir un pasto con claros pero de un verde intenso, además de gran cantidad de árboles frutales que comienzan a florecer pero que cubiertos de hojas deben dar al lugar un aspecto encantador. En el fondo, sobre un cielo sin nubes se destaca, neta y pura, con un color azul manchado de nieve, una elevada cadena de la cordillera de los Andes. El agua corre y murmura por todas partes. Deliciosa visión bajo este sol ardiente”, detalló.

Durante su estadía en las costas bolivianas elaboró los siguientes dibujos intitulados: ‘Rocas de Cobija’, ‘Indios de Cobija’, ‘Vista de Cobija’, ‘Iglesia de Calama’, ‘Indios de Calama’, ‘India de Atacama’, ‘Interior de la iglesia de Atacama’, ‘Caravana en el desierto de Atacama’ y ‘Montañas de Atacama’.

Muchos años después, los grabados y memorias de su viaje fueron publicadas en la obra: ‘Álbum Pallière; escenas Americanas. Reproducción de cuadros, aquarelles y bosquejos’ (1864). En 1870, Pallière retornó a Francia, donde se dedicó a la pintura de historia y escenas melancólicas. Lamentablemente, falleció en la Villa de Lorris, el 12 de febrero de 1887.

Sin duda, los dibujos y las descripciones de Pallière son un testimonio documental invaluable que detalla la plena soberanía que ejercía Bolivia en sus territorios costeros.