La desigualdad y la pobreza marcan, hoy como ayer, la historia de nuestros pueblos. Posiblemente estos temas ya eran de preocupación en los tiempos de Jesús, el Nazareno, hace más de 2.000 años. “A los pobres siempre los tendrán”, profetizó él. Y hemos aprendido a convivir entre la desigualdad y la pobreza. En ese marco nos hemos propuesto construir un mundo mejor. Un venidero más llevadero para todos los que vienen detrás de nosotros. Un futuro que dignifique a quienes hacen Patria, con su cotidiana actividad, pese a los tiempos adversos.
Pero, por la pandemia, de origen chino, esta realidad se profundizó, de manera inevitable y con resultados devastadores. Los pobres aumentaron cuantitativamente, no sólo acá sino en la región y el mundo. La pobreza y extrema pobreza golpean duramente, en esta coyuntura de crisis económica y emergencia sanitaria, a quienes perciben reducidos ingresos o, en su defecto, a las personas que no cuentan éstos. Es que el empleo escasea, se cierran empresas y los jóvenes abandonan el país, en busca de oportunidades que les permitan superarse. Muchos ya no retornan y viven con nostalgia de la tierra que los vio nacer. Obviamente que ellos son una parte importante de la población nacional que sobrepasa los 11 millones de habitantes. Dispersos en las ciudades, en las minas y el campo. Estirando la diestra, en casos extremos, en calles y carreteras.
Los dignatarios de Estado, a tiempo de entregar bonos, reiteraron, quizá buscando cierto protagonismo político, que éstos iban a ser distribuidos a “gente necesitada”, por no decir gente pobre. Ni la presidente Áñez Chávez ni el actual, Arce Catacora, provienen de ese estrato social, sino que representan a la clase media, que goza de cierta holgura económica y comodidades. Con hijos que se educan o se forman en establecimientos privados. Con instrumentos tecnológicos modernos. Por lo tanto, no conocen las necesidades más apremiantes que conlleva la pobreza y extrema pobreza. Ella es una mujer de leyes y él un economista. Profesionales de escritorio, con las manos bien cuidadas.
Hasta alcanzar cierto objetivo, político en este caso, se solidarizaron con las reivindicaciones de los necesitados. Hablaron de justicia social. Manejaron este término en discursos oficiales, de proselitismo y otros. En los hechos, no lo practicaron. Olvidaron, quizá a propósito, ese enunciado, que cae bien en los oídos de quienes claman tiempos mejores.
La primera en gestionar ese beneficio social fue la presidente Áñez Chávez, quien, como bien sabe la opinión pública, guarda detención, por un supuesto golpe de Estado. Luego, el actual mandatario de la Nación, Arce Catacora. Por las limitaciones económicas del país, se pagó dichos bonos con créditos de organismos internacionales.
Desde entonces, a la fecha, quienes se vanagloriaron, en su momento, con la entrega de los “famosos bonos”, en tiempos del coronavirus, están inmersos en pulsetas políticas, innecesarias y absurdas, que no benefician a las aspiraciones de mejores condiciones de vida de los grupos humanos desfavorecidos. Al ciudadano de a pie o a los que subsisten mediante el comercio informal. Se olvidaron, en la práctica, de todas estas personas y priorizaron la confrontación, que no permite se imponga la productividad, en paz social.
En suma: los aludidos debieran redoblar esfuerzos, a fin de satisfacer las necesidades de la gente pobre.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |