Lo que está sucediendo en Bolivia es un escándalo. No sabemos si los masistas no han leído la historia de Bolivia, la han olvidado, o mienten sin rubor, como les enseñó su jefe vitalicio, Evo Morales, el embustero número uno en la política nacional. Estamos sorprendidos de que los miembros del actual Gobierno, no sepan, ni por el forro, lo que es un “golpe de Estado”. Es que, claro, jamás han sufrido uno.
Tal vez Andrónico Rodríguez, la confusa e intraducible Lidia Patty, o el inestable ministro de Justicia, Iván Lima, sean demasiado jóvenes como para haber visto jamás un golpe de Estado, pero yo, que ya soy viejo, he visto muchos y para ellos voy a contar cómo son los golpes, aquellos que he presenciado desde que tenía 19 años.
Golpe de Estado fue el que le dieron al Dr. Paz Estenssoro los generales Barrientos y Ovando, metiendo bala y hasta aviación, el 4 de noviembre de 1964. Paz fue derrocado por sus generales de mayor confianza y expulsado al exilio. Golpe de Estado le dio el inefable general Ovando al Dr. Siles Salinas en septiembre de 1969, en una abusiva e innecesaria acción conspirativa con la “izquierda caviar” que alentó a Ovando para romper el proceso democrático y hacerlo dictador. Y golpe fue también el que a Ovando le dio su delfín el general Torres en octubre de 1970, enviándolo a cobijarse en la Nunciatura.
Golpe sin contemplaciones le dio el coronel Banzer a Torres el 19 de agosto de 1971, apoyado por el MNR y FSB, en medio de violentos combates en las calles y bajas en varias ciudades de Bolivia. Banzer ocupó el poder reemplazando a dos generales (Ovando y Torres) que estaban llevando a Bolivia hacia el comunismo. Y golpe de Estado le propinó al general Banzer, en julio de 1978, su íntimo colaborador, el general de aviación Juan Pereda.
Golpe de Estado fue el trancazo que, en noviembre del año siguiente, le dio el coronel Alberto Natusch Busch al presidente interino Dr. Walter Guevara Arze, sacando tanques a las calles, arrollando a quienes se le interponían, provocando muchas muertes, pese a que la resistencia al golpe no le permitió hacerse cargo del poder. Y golpe de Estado recibió doña Lydia Gueiler Tejada, a la que tumbó el comandante del Ejército, general Luis García Meza, provocando víctimas mortales y persecución, aunque con la mayoría de las FFAA alistadas a su lado.
Esos eran golpes de Estado con todo su rigor, para conocimiento de los jóvenes desinformados del MAS, creyentes de fábulas ridículas. Y también para que se cuiden los fiscales y jueces que prevarican, porque les va a llegar la hora de pagar facturas demasiado caras. Evo Morales ya conoció lo que eran los golpes de Estado y de cómo se movían los hilos de la política, desde que, como policía militar en el Estado Mayor, presenció la caída de Banzer y de Pereda. Pero, es más, Morales y su partido participaron, aunque desde la timorata penumbra, en el golpe que se le propinó, en octubre del 2003, a Sánchez de Lozada, donde se produjo otro tendal de víctimas. Y Morales fue actor, principalísimo esta vez, en la conspiración que el 9 de junio del 2005 que desalojó del poder a Carlos Mesa, cuando, con intención netamente subversiva, movilizó a sus bases sociales extremistas, que, unidas a la falta de apoyo político que tenía Mesa, lograron hacerlo renunciar.
¿Cómo quieren comparar lo anterior con el acceso al poder de Jeanine Añez? Morales y sus allegados huyeron al exilio y a esconderse en las embajadas sin oír un solo tiro, antes que Añez supiera siquiera que iba a ser ungida como presidente. ¿Cómo la van a encarcelar acusándola de forjar un golpe de Estado, si todos sabíamos que Morales fugó porque se vio desenmascarado en el fraude? Ella fue a la Asamblea por responsabilidad, para tomar posesión del cargo más alto del país, que estaba acéfalo. Y la senadora Copa como los otros parlamentarios masistas acataron la letra de la Carta Magna al verse abandonados por su jefe y la patria a la deriva. Hasta el pobre Tribunal Constitucional tuvo que reconocer libre acceso de Añez a la presidencia.
Todos en el país estaban indignados porque Evo Morales se había burlado de la democracia. La nación estaba enfurecida y el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, representando a los descontentos de Bolivia, se presentó solo en La Paz, sin soldados ni tanques, y, como había ofrecido públicamente, hizo que el autócrata huyera sin la menor intención de resistir, porque su conciencia y su miedo no se lo permitían. Es claro que no existió un golpe de Estado, sino terror en los jefes masistas, porque se los descubrió en un inmundo fraude que, para colmo de la vergüenza, ahora están empeñados en manipular en su favor.
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