Fronteras más abiertas para virus muy mortal

Siempre es grato y constructivo que nuestro país mantenga abiertas sus fronteras con los países vecinos, como es el caso del Brasil, con el que, por muchas décadas, hemos tenido relaciones políticas, económicas, comerciales, culturales y de toda naturaleza; pero, las circunstancias que nos ha tocado vivir a ambas naciones, obliga a que se adopte medidas muy estrictas para evitar contagios del coronavirus que, lamentablemente, atacó con mucha contundencia al país carioca. Se trata de una situación en que, inclusive por conveniencia de ambas naciones, conviene mantener estrictamente cerradas las fronteras.

Dada la contundencia de la enfermedad que por día cobra miles de vidas en el Brasil, correspondía el cierre de las extensas fronteras que nos unen. Brasil, con muchas posibilidades económicas y formas de atender la salud de su pueblo, prácticamente se halla indemne ante el ataque de la pandemia que cobra muchas vidas y presenta nuevos casos. Nosotros, por más esfuerzos que sean realizados, podemos comprobar en el diario vivir cuán limitadas son nuestras posibilidades para enfrentar a la enfermedad; ¿cuáles serían los resultados si masivamente esas fronteras abiertas dan lugar al paso del virus y cobra miles de víctimas? ¿Cómo y con qué podríamos enfrentar esa invasión masiva?

Algunas de nuestras autoridades creyeron, muy ingenuamente, que era “innecesario el cierre de fronteras”; fue un absurdo concebir semejante idea porque es fácil colegir, por todo lo que se sabe de lo que ocurre en el Brasil, cuán indefensos estamos ante la casi segura invasión; mantener la posición de puertas abiertas no solamente es irresponsable; es, en toda forma, atentatorio y criminal. Hay ingenuos que creyeron en la posibilidad de “resentimientos” por parte de las autoridades brasileñas si es que cerrábamos fronteras, porque se interpretaría como inamistoso hacerlo. Era una creencia falsa y absurda porque cerrar ese extenso paso es conveniente para ambos pueblos por razones de salubridad y, sobre todo, de cuidado y preservación de la salud de poblados que se encuentran muy unidos y realizan negocios y cumplen actividades de toda clase en forma conjunta.

En acuerdo y concordancia con las autoridades brasileñas, corresponde que nuestro país establezca el tiempo de cierre de las fronteras y, si se diera el caso, hacerlo también con el Paraguay y la Argentina o con el Perú y Chile, puesto que es con estas naciones que también mantenemos relaciones muy estrechas a través de fronteras totalmente abiertas. De momento, corresponde que nuestro gobierno piense en mantener cerradas las fronteras que nos unen al Brasil, dada la magnitud que alcanzó la expansión del mortal virus.