Industrialización frustrada

Desde hace varias décadas intentos estatales, privados y mixtos fueron enunciados como solución al atraso económico que registra el país. También se insistió en que ese proyecto ya estaba en marcha y ya se veía en el horizonte la luz de la esperanza y la prosperidad.

Sin embargo, tan halagadores ofrecimientos no se hicieron realidad y el país sigue en el atraso y manteniendo bajísimo nivel de las fuerzas productivas y, al mismo tiempo, no solo se observa atraso, sino hasta un retroceso en las formas de producción.

En el curso de los corridos veinte años del presente siglo, el país contó con ingentes ingresos económicos, parte de los cuales fue utilizado para la ansiada industrialización. Se hizo inversiones en fábricas, plantas industriales, etcétera, por un monto mayor a los 20 mil millones de dólares, pero el intento terminó poco menos que en un enorme cero. Las empresas estatales o no funcionan, o funcionan apenas, están en quiebra o están paralizadas y, así, los veinte mil millones de dólares invertidos no producen alguna renta y, lo que es peor, están por quedar perdidos en el arroyo.

El asunto es aún más concreto. Ese intento de industrialización se ha convertido al país en un museo de “elefantes blancos” que no rinden ni un centavo. Un caso paradigmático es la Planta de urea de Bulo Bulo que costó más de mil millones de dólares, funcionó algún tiempo a pérdida, fue paralizado y, finalmente, se ha convertido en un montón de fierros que se oxidan día a día y no tiene esperanzas (igual que otras industrias) para activarse.

A ese paradigma hay que agregar los casos de Cartonbol, aeropuertos, fábrica de cítricos, Papelbol, Planta separadora de líquidos, Quipus, Parlamento Unasur, Ingenio Lucianita, Empresa azucarera de San Buenaventura y otros casos que causa vergüenza citar.

Pero, además de considerar por qué se hicieron esas inversiones en forma tan precipitada, hay que preguntarse ¿por qué motivo la ansiada industrialización del país no funciona, pese a las buenas intenciones de gobiernos, empresas, estudios técnicos que cuestan millones de dólares y otros? ¡He ahí la cuestión!

Es, pues, necesario considerar no solo el fracaso de esos planes de industrialización sobre la base de “elefantes blancos”, sino, más bien, hay que indagar por qué razón fatal los estudios técnicos terminaron en un enorme cero, con el despilfarro de más de veinte mil millones de dólares que, utilizados en forman correcta e inteligente, podrían estar dando grandes beneficios al pueblo y al Estado y no estar este momento en busca de fuentes de donde obtener fondos para comprar vacunas y atender a las víctimas de la pandemia de coronavirus.