José E. Pradel B.
Durante el periodo colonial, la inquisición representada por el Tribunal del Santo Oficio fue una institución represora que reguló las corrientes de pensamiento y posturas religiosas que socavaran la integridad de la fe de la Iglesia católica. En la Real Audiencia de Charcas fue instalado el año de 1570 y dependía del Virreinato del Perú con asiento en Lima, desde su instalación muchos fueron procesados, entre ellos rescatamos la figura del francés Francisco Moyen, enjuiciado por criticar a la Iglesia y a la Inquisición.
Nació en París en 1720 en una familia de artistas. Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, donde aprendió música y a pintar. A los 16 años se dirigió al puerto de Nantes, en el cual se dedicó a dar lecciones de violín y dibujo.
Posteriormente, partió del puerto militar de Lorient hacia la posesión de Pondichery (India), ciudad en la que radicó por el período de un año y medio. Seguidamente, retornó a Francia, donde estudió ingeniería. Para 1743, encontramos a Moyen viviendo en Lisboa como comerciante. Luego se dedicó a viajar a la ciudad costera de Río de Janeiro, llevando mercaderías, pero en 1746 viajó a dicha villa para no volver por mucho tiempo al antiguo continente.
Consecutivamente, se trasladó a Buenos Aires, donde tuvo un altercado con un tal Miguel de Landaeta, quien salió herido de la trifulca. De esta manera, el joven artista fue apresado por unos meses, tras ser liberado decidió viajar hacia Lima siguiendo la ruta de Potosí. Sin embargo, cuando la caravana se encontraba descansado en un lugar llamado Volcán, a diez leguas de Jujuy, nuestro personaje en una discusión sobre las tormentas con otros viajeros, manifestó que no debía temerse a Dios, y declaró: “Ah ¡Señores… si ustedes leyesen los libros escritos en el idioma francés que yo he leído, que bien se desengañarían ustedes!”. Más adelante, expresó su opinión contra la Inquisición portuguesa.
Unos días más tarde, al cruzar por una cruz de piedra Moyen manifestó: “que la verdadera cruz digna de la adoración de los cristianos era la que había servido a la crucificación, de Jesucristo, siendo las otras simplemente símbolos de ella”. Seguidor de Voltaire y Boileau, opinó sobre los habitantes originarios: “¡Dura cosa es que condenen tantos millones de hombres por no haber sabido que murió por ellos el hijo del carpintero!”. Sin duda, estas opiniones consideradas herejías produjeron su persecución.
Una vez que arribó la caravana a la Villa Imperial, la noche del 29 de marzo de 1749, sus compañeros de viaje lo denunciaron ante el comisario de la Inquisición. Según el escritor Benjamín Vicuña Mackenna, Moyen “pasaba alegre la vida entre sus dibujos y sus duelos, sus estudios teológicos y sus amores… ocupábase también de levantar el plano de la ciudad y tomar vistas de sus principales sitios”, hasta que fue apresado en el mes de mayo. Luego fue trasladado al Santo Oficio de Lima, en julio de 1750, viaje que duró cerca de dos años.
Su largo encierro quebranto su salud y padeció de ataques epilépticos. La primera audiencia que enfrentó, tuvo lugar en mayo de 1752, duró casi diez años su juicio, estando preso salió en un auto de fe y se lo sentenció a otros 10 años, que debía cumplir en Cádiz, transportado en el navío ‘San Juan Bautista’, arribó a dicho puerto en el año 1761, otros autores señalan que naufragó en el Caribe.
A modo de conclusión, a través de esta nota damos a conocer la figura del francés Francisco Moyen, que padeció como muchos en las cárceles de la inquisición y es parte de la historia inquisitorial de Potosí.
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