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Mala convivencia social por culpa de la corrupción

Rolando Coteja Mollo

Una encuesta (31/08/14) realizada por la empresa Tal Cual, Comunicación Estratégica, revelaba que las mayores preocupaciones de los bolivianos eran la inseguridad ciudadana y la corrupción (35,4 %).

Mientras que en otro sondeo (01/04/16) de Ipsos, a periodistas y líderes de opinión, se señalaba que la corrupción (72 %), la inseguridad (58 %) y el narcotráfico (47 %) eran los tres principales problemas de Bolivia.

Estos datos son corroborados por el último estudio realizado por Transparencia Internacional (con una cobertura a 180 países) sobre el Índice de Percepción de Corrupción en 2020, presentado en enero del presente año. Bolivia obtuvo un puntaje de 31/100, donde 0 es más corrupto y 100 menos corrupto, el país se sitúo en el puesto 124.

Estos indicadores nos demuestran, una vez más, que el país no puede acabar con este lastre o, mejor dicho, los gobernantes hacen muy poco por erradicarlo, se hacen de la vista gorda e incluso (se diría) están involucrados, además con sus acciones fomentan la micro y macro corrupción.

Lo mencionado contribuye grandemente a una mala convivencia social en las relaciones interpersonales, existe desconfianza y susceptibilidad, hasta se cree que “el otro” (el prójimo) está metido en hechos de corrupción y que por eso goza de bonanza económica, “esto un secreto a voces” dirían algunos, sin embargo, no siempre se puede demostrar este aspecto, la corrupción no da factura y se lo hace a hurtadillas, este panorama no permite generar un clima de confianza entre las personas.

El sociólogo Georg Simmel en los albores del Siglo XX hacía referencia al capital social, “la necesidad de lazos informales y la confianza como garantía para el mantenimiento de una sociedad y sus instituciones sociales…” y cuánta razón tenía, donde existe desconfianza no es posible construir una sociedad estable, o contar con una democracia sólida, además, las instituciones son débiles. Por si eso fuera poco, la corrupción es también otra forma de violar los derechos humanos.

En la actualidad, en algunos países existe un debate todavía no resuelto sobre un derecho nuevo y posiblemente uno de los más importantes, el derecho humano a una sociedad libre de corrupción.

Uno de los peores males de la sociedad es, sin duda, la corrupción, porque no solo daña al erario nacional, de igual forma afecta en el ánimo de las personas, existe una especie de resignación, al haber en la sociedad tolerancia social a la micro corrupción. Es más, son varios quienes dicen que nada se puede hacer contra este mal, coinciden en señalar, por ejemplo, que es preferible arreglar con el policía de tránsito, es decir “coimear”, que ir a sus dependencias, donde tal vez es mucho peor. Muchos han visto a la corrupción como la mejor forma de enriquecerse, el servidor público se beneficia cuando cobra o recibe coimas para acelerar determinados trámites, ni qué decir de los operadores de justicia. Quien tuvo la desgracia de caer en esos lugares, con seguridad tuvo que pasar por una verdadera “vía crucis”, nada funciona si no hay dinero.

Lo lamentable es que la micro corrupción se da en casi todas las instituciones y/o ámbitos, no ha dejado resquicios, (en otro artículo hablaremos sobre la macro corrupción), en términos médicos el cáncer ha hecho “metástasis”. Esto debería servir para encender las alarmas, pareciera que nos hemos acostumbrado a convivir con este mal, se ha ingresado a la ciénaga donde “todo vale”, no por nada se suele escuchar recurrentemente que “el fin justifica los medios”, ¿a este paso, cual es el derrotero del país?

Se discute mucho sobre este problema, se dice, entre otras cosas, que la corrupción es algo cultural o que está en los genes de la sociedad, esto es poco probable, puesto que se ha demostrado científicamente que el ser humano no nace con códigos genéticos maleados, actúa conforme a su contexto.

Ahora bien, un detalle importante en la lucha contra la corrupción es que la misma se visibiliza cada vez más, debido a que la comunicación fluye incesantemente (en esto tiene mucho que ver la globalización y la internet), a los corruptos se los pone al descubierto y, por ende, se produce una suerte de concienciación en la población (prefiero ver el vaso medio lleno y no medio vacío).

Países como Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia o Singapur han erradicado casi por completo este cáncer maligno, esperemos que también en Bolivia suceda algo parecido, al final de cuentas “la esperanza es lo último que se pierde”.

El autor es Politólogo – Abogado, docente universitario de pregrado y posgrado (Carrera Trabajo Social – UPEA).

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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