Que, de un modo u otro, hay que protegerse del virus que asola al planeta, no deja de ser una realidad. Es así que en nuestro medio, en cuanto se determinó el uso obligatorio de barbijos, alcohol, el lavado de manos casi frenético -como prevención y/o para contrarrestarlo-, comenzó la carrera desbocada de quienes siempre medran en toda ocasión para lograr ganancias extraordinarias, así sea pisoteando la carencia, penuria y el dolor de los demás. Entonces, de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos, hicieron que los precios de barbijos, alcohol, desinfectantes, jabón y otros productos treparan más de lo usual. Y es así que los inescrupulosos comerciantes, aquellos traficantes de las miserias y necesidades humanas, los elevaron en más de un ciento por ciento, obteniendo ganancias que fácilmente los convirtieron en adinerados oscuros personajes.
Desde la aparición del denominado “virus chino”, la maltrecha economía familiar virtualmente se fue por los suelos, merced a esas “ganancias de pescadores en río revuelto”, sumado a ello las cuarentenas determinadas por las autoridades, que llegaron a ocasionar el cierre de fuentes de trabajo; aunque para paliar la situación se dispuso la concesión de bonos económicos destinados a la mayor parte de los habitantes. Hoy no hay “encierros domiciliarios forzosos”, y pese a todo surgen interrogantes y preocupaciones que son fruto de la vivencia del día a día, puesto que los “gastos extras” de todas las familias continúan con tal persistencia que, virtualmente, agobia sobre todo a quienes menos tienen. Más allá de que felizmente en estas últimas semanas, o se han mantenido los precios y en casos hasta han disminuido algunos pesos, no obstante, persisten los gastos y erogaciones para adquirir cubrebocas, alcohol, desinfectantes, jabón, y otros.
Quizá por ello bastante gente ha dejado de usar las mascarillas y evita portar el atomizador con alcohol. ¿Quiénes son los que más ganan durante la pandemia?, se preguntan, y tienen el convencimiento de que los fabricantes del país y el exterior --sobre todo chinos-- del denominado equipo de bioseguridad, se embolsan considerables sumas de dinero. Mientras, el ciudadano de a pie eroga y eroga, claro está, no habiendo quién le reembolse esos egresos que deterioran su economía familiar, mucho peor al no haber ya algún bono que pueda mitigar sus agujereados bolsillos. Y en cuanto al gasto de agua, por el casi frenético uso del vital líquido para lavarse las manos, y pese a constituirse en un derecho humano, ya nadie habla de disminuir la tarifa, así sea en un 50 %, razón por la que también algunos dejaron de hacerlo.
La pandemia china sigue golpeando, sobre todo a los gruesos sectores de la población que ahora se halla a la vela de Dios, en la incertidumbre, ya que no se sabe cuándo se podrá salir de esta situación. Mientras, la economía familiar está, pues, perforada con tales gastos extras que nadie podrá reembolsar. A todo ello, sobre llovido mojado: no hay suficientes fuentes de trabajo, problema que en las últimas décadas ningún gobierno ha podido solucionar.
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