No se entusiasmen los lectores creyendo que esta nota es un comentario sobre la mundialmente famosa serie televisiva que acontece, hace centurias, en la fría Europa. Además de que he cometido el pecado (o la pereza) de no ver esa serie llevada a la pantalla con tanto éxito, creo que en Bolivia no estamos como para enloquecer con fantasías, por buenas que sean, si es que estamos rondando por los abismos catastróficos de una historia real.
El “juego de tronos” se está produciendo en nuestro país (en occidente porque los orientales contamos menos en estas lides), donde, disimuladamente, se diputan el trono entre el Presidente Constitucional, Luis Arce, y el jefe del MAS y presidente de las seis federaciones cocaleras del Chapare, Evo Morales. Todo parece un invento nuestro, hasta una intriga. Sin embargo, sabemos que Morales eligió como su sucesor a Arce porque lo consideró manejable, dócil a sus deseos. Y su deseo es volver.
Claro que por más sumisa que una persona pueda parecer, cuando ostenta el poder tiene que demostrar algo de dignidad si no quiere ser considerado como un pelele. Y Arce, que seguramente es leal a Morales, no es tampoco su sirviente, y si Evo Morales pensó tenerlo en el Palacio hasta que las condiciones le permitan recuperar el mando, que es lo único que lo satisface, Arce debe estar sufriendo mucho.
Entonces nos encontramos con que hay un presidente que trabaja en la Plaza Murillo y otro en Cochabamba que manda desde el Chapare. Los políticos especulan con que Arce está enfermo, que eso lo sabía el jefe cocalero, y que podría renunciar. Que, al inmediato sucesor, Choquehuanca, se lo apartaría sin mayor trámite para darle paso al joven presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, personaje de supina y prepotente ignorancia, pero fiel como un perro a su jefe. El fin del cuento sería que Andrónico convocara a nuevas elecciones apoyado por la mayoría congresal del MAS para reponer, nuevamente con fraude, al inútil cocalero que durante 14 años no hizo sino discursear sandeces y gastar millones.
Pero ese es un camino muy largo en este “juego de tronos”, preñado de peligros, y el jefazo está muy apurado. Existe otra forma más directa para volar del cargo a Arce, que ya la han observado algunos analistas políticos. Simplemente, habría que imponer el absurdo de que existió un golpe de Estado, fraguado por la “derecha”, en alianza con la Iglesia, los militares y los policías. Pero, lo más importante de todo, que no se produjo el fraude electoral en las elecciones de octubre del 2019. Tan descarado es el asunto, que los masistas afines a Evo, hasta acusan al secretario general de la OEA, Luis Almagro, de ser parte del plan conspirativo de ese imaginario golpe.
De ser así, de aceptar que hubo golpe y no fraude, sería cuestión de borrar un año y medio de historia de Bolivia. Evaporar la presidencia de la ahora secuestrada y maltratada Jeanine Añez por ilegal, y, naturalmente, anular también las elecciones presidenciales pasadas, por la misma razón. Entonces, al no existir ni Añez ni Arce, el primer mandatario de la nación seguiría siendo el rey de la coca, Evo Morales.
¿No es una deliciosa trama? ¿No podría ir también a la televisión? ¿Parece una locura esto que varias personas ya han manifestado? Bien, puede ser, pero tantos disparates y tantas trampas han cometido los masistas en los últimos años, que volver a burlarse de la democracia no sería ninguna novedad. Para ellos sería algo para su solaz, pero, además, algo de que disfrutar si le toca el poder a Morales presidiendo el Bicentenario de la odiada República, fecha que seguramente está señalada como el día de la venganza nativa contra el colonialismo.
De una u otra forma, Morales quiere dormir en la Casa Grande del Pueblo, recuperando toda su pasada opulencia. No soportaría cinco años envejeciendo lejos del esplendor. Volvería a vivir en el aire como antes, mirando a los bolivianos desde el cielo. ¿Qué falta para que se produzca esa maravilla? Solo que Arce renuncie (o lo echen) pero aceptando que hubo un golpe de Estado el 2019 y que no se produjo ningún fraude. Eso es esencial y Arce así lo ha entendido al parecer. Entonces el “juego de tronos”, en lo alto de los Andes, está hecho. Ni siquiera se requeriría de buscar dos tercios en la Asamblea, porque suponiendo que los parlamentarios actuales serían tan ilegales como Jeanine Añez y Arce, Morales seguiría controlando todo. Un ocurrente acontecimiento para diversión y asombro del mundo entero.
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