¿Reflexiones dejadas por la Semana Santa?

Repasar la historia es encontrarse con verdades que han cambiado la vida de la humanidad. Así, como ejemplo, tenemos que la Era Cristiana empezó con el Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, que, luego de haber vivido en Tierra Santa, conforme a las previsiones bíblicas, fue apresado por las huestes de Poncio Pilato, gobernador de Judea, por disposición del emperador romano; sometido a tortura, padeció un largo Calvario y fue crucificado y murió para --conforme el mismo Jesucristo anunció-- resucitar al tercer día. Luego de haber vivido nuevamente en compañía de sus apóstoles a los que instruyó sobre qué y cómo pueden predicar los Evangelios Cristianos por todo el mundo, ascendió al reino de Dios Padre, dejando la esperanza de que todos nos uniremos a Él, luego de abandonar esta vida.

La Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, está en los cuatro Evangelios escritos por cuatro de sus apóstoles: Juan, Lucas, Marcos y Mateo, textos inspirados por el mismo Jesús; es decir que, contrariamente a los bíblicos (Antiguo Testamento) que fueron escritos a través de los siglos por todos los Profetas; los Evangelios (Nuevo Testamento) muestran el final o corolario de la Santa Biblia.

Ahora, cabe preguntarse: ¿Nos hemos dado el tiempo y la voluntad para leerlos? ¿De haberlo hecho, nuestra vida sería igual a lo que es? Cada capítulo o versículo es una lección, instructivo, norma o forma de vida; es decir, no falta nada para seguir los caminos señalados por Dios. Si la humanidad, de todas las generaciones, hubiese tomado conciencia de la Palabra --el texto de Dios-- no le faltaría nada y su existencia y vida serían perfectos; pero, dada la falibilidad de la que hicimos gala a través de millones de años, llegamos, por turno, a la conclusión de ser perfectos, aunque esa condición sólo es de Dios que es el único Infalible.

Año tras año, en Semana Santa o en cualquier oportunidad, hacemos promesas a Dios de que mejoraremos nuestra vida porque así nos lo exige hasta nuestra familia; pero, ¿cumplimos? Responder tan sólo a esta pregunta, nos ayudará mucho; pero, recalcitrantemente soberbios, nos sustraemos de todo buen propósito con la única explicación: “Después…Ya habrá tiempo…” sin saber que ese tiempo llegará en el momento menos esperado.

Si lo escrito hasta aquí contiene temas de meditación, ¿cómo puede ser de bello, ilustrativo y constructivo leer y meditar cada párrafo de las Sacras Escrituras que perviven a través de los tiempos? ¡Valdría la pena probarlo!