Economía de palabras
Aquel domingo 11 de noviembre de 2019, cuando el cocalero Morales huyó del país, marcó el comienzo del derrumbe de su partido, que ahora, el 11 de abril, recibió el repudio de los electores de cuatro departamentos.
Unas horas antes de subirse al avión mexicano había ofrecido que, en vista del fraude descubierto y denunciado por la OEA, él proponía nuevas elecciones.
La otra opción era una segunda vuelta contra Carlos Mesa, y ahora se sabe lo que el cocalero intuía entonces: iba a perder 70-30 por lo menos, como ha ocurrido ahora con sus candidatos en La Paz, Pando, Chuquisaca y Tarija. Prefirió ir al exilio antes que someterse a una segunda vuelta. Prefirió interrumpir su dictadura, pero no sufrir la vergüenza de una derrota segura, una derrota muy abultada.
Ahora, los masistas intuyen que el causante del desastre de su partido es, casualmente, el cocalero que lo dirigió desde que decidió, usando el dinero del Chapare, comprar la sigla MAS a la Falange Socialista Boliviana, un partido inspirado en su similar español.
Y, por lo tanto, intuyen que si el partido ha de sobrevivir a estas derrotas será con la condición de que el cocalero sea excluido, como ha propuesto el diputado masista Rolando Cuéllar de Santa Cruz. Hay que jubilarlo, dijo el diputado antes de pasar a la clandestinidad debido a la furia de los cocaleros de Chapare.
Se sabe que el candidato a la alcaldía de La Paz le pidió a Morales no asistir a su cierre de campaña, porque estaba convencido de que le traería mala suerte. Y lo mismo el candidato a la gobernación de Santa Cruz.
El cocalero, sin embargo, no es el único culpable de este descalabro, aunque le dio comienzo cuando decidió desconocer el referéndum del 21-F de 2016, lo que marcó el punto de partida del movimiento cívico más extendido que se dio en el país y que terminó llamándose de “las pititas”.
Ahora, el cocalero tiene la obligación de cumplir el anuncio que ha hecho tantas veces, de dedicarse a su cato de coca o poner un puesto de venta de comida, con un menú que incluya una versión mejorada de la española “olla podrida”.
Otra opción que tiene es partir hacia Cuba, pero no muy cerca de Guantánamo, debido a los temores a que sus días terminen allí.
Salvo que considere la opción de partir hacia Rusia, donde su amigo Vladimir Putin le podría facilitar una dacha en los Urales, o hacia China, confiado en que Xi Jimping le ofrezca algún alojamiento.
Sus amigos europeos, esos a los que pagó tanto dinero, como los españoles de Podemos, están decepcionados. No porque hubiera perdido las elecciones y las esperanzas de volver a la presidencia, sino porque ellos no podrán seguir cobrando por sus consejos.
Es el otoño del caudillo pedófilo y corrupto.
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