Buscando la verdad
Una vez escribí “nunca es tarde para cambiar, a no ser que ya sea demasiado tarde” y más de uno no entendió la sentencia y hasta criticó mi pensamiento, frente a lo cual puse el ejemplo de una relación deteriorada entre dos personas, la que solo se podrá recomponer mientras ambas estén vivas, pero si una de ellas parte de este mundo, entonces no habrá más, la oportunidad de hacerlo.
Lo mismo aplica a otras áreas de la vida, como en el caso de la salud, cuando una persona admite su adicción y decide cambiar a tiempo y dejar la droga o el alcohol, y gracias a ello su cuerpo no sufre irreversibles consecuencias.
Exactamente igual pasa con quien está presa del vicio del juego, del sexo, la avaricia, el engaño o la corrupción: si en algún momento no toma conciencia de sus actos, las derivaciones de ello pueden resultar dolorosas y nefastas, y no únicamente para esa persona, sino también para su familia.
En realidad, pasa con todas nuestras decisiones. Reconocer un error y solicitar ayuda o consejo a tiempo, puede significar la posibilidad de corregir una situación, pero también para conseguir lo añorado o evitar algo no deseado.
Mucha gente no acepta sus errores, no escucha consejos, persiste en ellos, y la consecuencia de su porfía será su posterior lamento y dolor, al no poder revertir ya, lo que una vez pudo cambiar a tiempo; tarde será su arrepentimiento por no haber tomado las mejores y más correctas decisiones en su debido momento.
La vida es un cúmulo de buenas y malas vivencias, es por eso que más de una vez dije a mis hijos en nuestras diferencias: “Créanme, tengo más experiencia que ustedes, porque me equivoqué más veces que ustedes y no quiero que pasen por los mismos errores que yo cometí, y sufran por ello”. Eso en lo particular, pero pasa también en lo colectivo.
¿No se confrontan, acaso, los aciertos y errores en diferentes países a lo largo de la historia? Algunas naciones, habiendo sido pobres por mucho tiempo, decidieron por mano de sus gobernantes dejar de hacer lo que venían haciendo y tomaron la decisión de cambiar e implementar buenas políticas con el resultado de ser hoy países avanzados, con una población que disfruta de una mejor calidad de vida, pero, además, de posibilidades ciertas para su desarrollo futuro, porque dieron el correcto “golpe de timón” a tiempo, y no se equivocaron.
Pero también los hay aquellos que, habiendo tenido una gran prosperidad en el pasado, hoy sufren de pobreza e inestabilidad social, y su población carga no solo con las consecuencias de las malas decisiones de sus gobernantes en el pasado, sino, además, con la insistencia de seguir haciendo lo mismo en el presente, comprometiendo su futuro por no haber cambiado a tiempo.
Conozco a una persona temerosa de Dios que está viviendo una segunda oportunidad y ha decidido poner las cosas en orden, lo cual es bueno, pues nadie sabe en qué momento partirá de este mundo; luego de haber estado al borde de la muerte el pasado año, decidió cambiar muchas cosas. La cama es buena consejera para ver lo que se estaba haciendo bien o mal en el campo espiritual, familiar, laboral, etc.
Viendo el mundo que le rodea, esa persona cuestiona: ¿De qué vale vestir una costosa corbata, una camisa impecable, un grandioso terno o un polo “de marca”, si internamente las cosas van mal? No vale tampoco hacerse el humilde, disfrazarse o hacer las cosas por aparentar: si no hay un amor verdadero por el prójimo, de nada vale si no hay integridad…
Cuando Dios le dé una segunda oportunidad, no la desaproveche. Si la vida le da la posibilidad de hacer las cosas bien, aprovéchela, pues más temprano que tarde cosechará el fruto de su siembra.
Como dijo el sabio Salomón, luego de sus tantos consejos y desatinos: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. Esta recomendación va tanto para gobernantes como gobernados.
El autor es Pastor y Economista.
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