Erick Fajardo Pozo
Herido por los resultados electorales y en aguda crisis de identidad, el Movimiento al Socialismo anunció un acto de masas, retórica y pirotecnia, urdido por su dirección política para distraer a su militancia y evadirse –una vez más– de un largamente diferido Ampliado Nacional, en el que el tema pendiente en agenda es una ya ineludible evaluación del desempeño de Evo Morales en la dirección política del MAS.
El balance, método de evaluación y ajuste de las decisiones políticas, es un ritual de rigor de los movimientos de izquierda que el evismo vino evitando por varios meses, dado el deficitario y resistido rol de Morales en encarar unos comicios subnacionales que revelaron la paradoja de un partido que, en seis meses, pasó de haber tenido el mejor performance electoral nacional de su historia, a cosechar su peor resultado en quince años en una disputa por alcaldías y gobernaciones.
Bajo la jefatura nacional de Evo Morales, el gobernante MAS perdió este abril seis de nueve gobernaciones --dos en la primera vuelta y cuatro de las cuatro que se disputaron en balotaje--, además de ocho de diez alcaldías de ciudades capital del país que concentran tres cuartos de los electores nacionales.
Pero quizá el más importante saldo pendiente de evaluar para el MAS es el impacto en la estructura y composición del partido de gobierno que estas derrotas consolidan, dado que su división interna respecto a la manera de encarar las subnacionales --que empezó con el rechazo la imposición de candidatos desde lo profundo de sus bases rurales--, concluyó con un masivo desmarque electoral que llevó a sus disidentes a correr sin la sigla del MAS y en rebeldía a la directiva partidaria, y aun así ganar alcaldías y gobernaciones.
En ese proceso el MAS perdió mucha de la influencia territorial y la institucionalidad local que fueron su génesis política, resignó territorios simbólicos ganados con ocupación militar-electoral, como Pando y Chuquisaca, pero perdió sobre todo estructura operativa en un bolsón electoral y un escenario simbólico que eran imprescindibles para la ratificación de la vigencia de su dirección política y del mito de que Evo Morales representa al mundo indígena: El Alto.
Las nuevas autoridades que se desmarcaron y corrieron contra la sigla oficialista y buena parte de dirigentes y sectores que aún permanecen en el MAS --organización política que sin Evo Morales en la papeleta logró en 2020 rearticularse para ganar la Presidencia de Bolivia--, resienten que el electo Luis Arce, una suerte de Mevdedev andino, le haya permitido a Morales ejercer la conducción del MAS; razón de fondo para que el evismo difiriera el citado balance.
Y es que el imaginario y la cultura política del MAS han evolucionado hasta entrar en conflicto con las practicas pre-democráticas del sindicalismo cocalero. En algo más de dos décadas de existencia, lo que empezó como un partido rural, instrumento de los sindicatos de productores de coca excedentaria del trópico, extendió su base social incorporando a importantes sectores urbanos, lo que contrajo una complejización de las maneras como este partido se imagina y se representa discursivamente.
La izquierda urbana y el mundo rural del occidente heredaron del viejo sindicalismo obrero y campesino una cultura asambleísta y deliberativa de construir decisión política y de acompañar la ejecución de esas decisiones paso a paso. Por contraste, la forma líquida y la falta de esa estructura que caracteriza a las organizaciones naturales hacen de la constelación de corporaciones y minorías eficaces --entre los que destacan los sindicatos cocaleros y entes como Conalcam, simples “cajas de resonancia” del capricho discrecional de Morales.
En el evento anunciado el evismo recitará sus viejos conjuros contra la derecha y el imperio; hará rodar algunas cabezas de turco y embriagará a sus bases de pirotecnia y retórica sobre su destino manifiesto; invocará la “inevitabilidad” de la incestuosa codependencia entre Evo y el MAS. El domingo, la resaca y la evidencia de su crisis regurgitarán lo pendiente: Democratización interna y cierre del ciclo caudillista son ahora cuestión de adaptación y supervivencia para el MAS.
Erick Fajardo Pozo, Master en Comunicación Política por la GWU.
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