Margarita Huañapaco Cahuaya
El tiempo, como el mundo, tiene dos hemisferios: uno superior y visible, que es el pasado, otro inferior e invisible, que es el futuro. En medio de uno y otro hemisferio están los horizontes del tiempo, que son estos instantes del presente en el que vivimos, donde el pasado termina y empieza el futuro. Pensar en el futuro es un ejercicio arriesgado y muchas veces fútil, pero es difícil resistir a la tentación de imaginar lo que está por llegar, intentando, de ese modo, alcanzar un destino que tantas veces se nos escapa. El horizonte no existe para llevarnos de vuelta a nuestro origen, sino para que podamos medir toda la distancia que aún nos queda por recorrer. El homo viator construye su casa apenas para el tiempo que precisa, pues caminando es como encuentra y descubre el sentido de su propia acción (Furter, 1966, p. 26). Necesitamos altura de miras, un pensamiento que no se cierre en las fronteras de lo inmediato o en la ilusión de un futuro perfecto. A la manera de Reinhart Koselleck (1990), me interesa comprender de qué modo el pasado está inscrito en nuestra experiencia y cómo el futuro se vislumbra ya en la historia presente. Este texto está organizado a partir de una lógica pasado-futuro. Señalo, simbólicamente, tres momentos que definen otros tantos de transición. Procuraré contextualizar históricamente cada uno de esos momentos y explicar de qué modo las cuestiones que en ellos se plantean abren camino, dentro de los sistemas educativos, a evoluciones contradictorias que llegan hasta nuestros días. En la última parte, el tiempo futuro, intentaré esbozar una síntesis de estas evoluciones, definiendo mis propias opciones sobre el escenario más deseable para la educación 2021.
Primer tiempo histórico. Consolidación y difusión del modelo escolar, como marco simbólico. En este período, y un poco por todas partes, se asiste a la consolidación del modelo escolar, es decir, de una forma de concebir y organizar la educación que, en lo esencial, ha llegado hasta nuestros días. No entraré a explicar un «objeto» que es conocido por todos, pero sí es importante destacar su permanencia y el modo como resistió a los avatares del Siglo XX. El modelo escolar se impuso como “el mejor y único sistema”, es decir, como la única forma concebible e imaginable de asegurar la educación de los niños. A finales del Siglo XIX, este modelo se extiende al conjunto de la infancia a través de la escolarización obligatoria, que se constituye como una institución central en la consolidación de los estados-nación. La difusión mundial de este modelo y, en cierto sentido, su universalización, confirman la centralidad que éste adquiere en las sociedades contemporáneas.
La acción llevada a cabo por estadistas y educadores, médicos y profesores, arquitectos y pedagogos, entre tantos otros, ha contribuido a dar forma a un modelo preocupado por asegurar la afirmación de la identidad nacional y la preparación para la nueva sociedad industrial en espacios que preserven la salud de los niños y les permita progresar de forma sistemática en el aprendizaje escolar.
Desde el pasado hasta el futuro. Hoy el sistema de enseñanza, público y homogéneo, está puesto en entredicho por corrientes y tendencias que lo consideran obsoleto e incapaz de renovarse. Las críticas parten desde los frentes más diversos y se alimentan de un sentimiento de “crisis”. Es posible identificar, al menos, tres espacios de evolución en los sistemas de enseñanza que, aunque diferentes, son portadores de visiones semejantes sobre la educación. No se trata de hipótesis futuristas, pues están muy presentes en la realidad cotidiana de nuestros días.
El primer escenario apunta hacia el regreso de formas de educación familiar. A partir de argumentos que van desde la responsabilidad educativa primordial de los padres, hasta la necesidad de preservar los valores de una determinada comunidad local, se elabora propuestas que ponen en tela de juicio la dimensión pública de la educación. La idea de que cada familia o comunidad debe tener su propia escuela, reservada a los suyos y protegida de los otros, se sitúa en las antípodas de un proyecto de escuela pública que garantice la presencia de todos y la construcción de una identidad compartida.
Escuela nueva y pedagogía moderna, “escuela nueva” o “escuela activa”. Transformemos la escuela, es un hito simbólico de la modernidad escolar y pedagógica. se asiste a un avance sin precedentes en el desarrollo de las ideas pedagógicas, que recurren a los más variados conocimientos (psicológicos, sociológicos, médicos, filosóficos, etc.) en los ámbitos de los estudios sobre la infancia y de la producción de una “ciencia de la educación”.
La pedagogía moderna elabora y difunde socialmente modos de concebir la educación que se convertirán en dominantes en la sociedad del Siglo XX. Todos, dentro y fuera de la escuela, somos herederos de esas teorías modernas de la educación que vienen del centro de Europa y que consisten en una mezcla sorprendente de cosas sensatas y de disparates, y que contribuirán a revolucionar de arriba a abajo el sistema de enseñanza tras la bandera del progreso de la educación.
Desde el pasado hasta el futuro, en nuestros días, la principal crítica a la escuela es su incapacidad para promover el aprendizaje y para responder a los desafíos de la sociedad del conocimiento. Hay quien vaya todavía más lejos y defina como prioridad para la escuela actual “hacer que todos los alumnos tengan verdaderamente éxito”; lo que se nos plantea es un problema sobre el propio sentido de la escuela. ¿Para qué sirve la escuela en las sociedades contemporáneas? Las respuestas del pasado ya no sirven y tenemos dificultades en encontrar nuevas respuestas. Vale la pena recordar el trabajo realizado sobre la escuela del mañana, en el que se presentan seis escenarios posibles, agrupados en cuatro tendencias:
- Mantenimiento de sistemas burocráticos de enseñanza. Reescolarización.
- La escuela en el centro de la colectividad.
- La escuela como organización centrada en el aprendizaje.
- Expansión del modelo de mercado.
- Redes de educandos y sociedad en red. Crisis.
- Éxodo de profesores y desintegración del sistema.
Son muchos los futuros posibles, pero solo uno tendrá lugar, dependiendo de nuestra capacidad para pensar y actuar. Les dejo algunas contribuciones modestas, propuestas que podrán orientar programas de trabajo y políticas educativas. Es necesario abrir los sistemas de enseñanza a nuevas ideas: en vez de la homogeneidad y la rigidez, la diferencia y el cambio; en vez de la escuela sobrecargada, una nueva concepción del aprendizaje; en vez del enajenamiento de la sociedad, el refuerzo del espacio público de la educación. Estas propuestas genéricas no se basan en situaciones concretas ni en casos específicos. Procuran, eso sí, provocar un debate que va más allá de las fronteras nacionales y abren nuevos horizontes para la educación. Son ideas que solo serán útiles si son debidamente contextualizadas y adaptadas a la realidad de cada región y de cada país.
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