El ejercicio electoral de los últimos tiempos ha fatigado, visiblemente, a la ciudadanía, golpeada por la crisis económica y la emergencia sanitaria. Prueba de ello es el ausentismo que se registró en la segunda vuelta electoral de La Paz, Tarija, Pando y Chuquisaca.
Una ciudadanía que está preocupada por llenar la canasta familiar y por preservar la salud, la vida y el bienestar, en un mundo donde resulta difícil obtener la vacuna contra el coronavirus de origen chino.
Que la Democracia no sólo signifique recinto electoral, sino la propuesta política para solucionar problemas sociales apremiantes. Que no sea un instrumento para confundir y confrontar, para dividir a poseedores y desposeídos. Acá convivimos ricos, con un patrimonio superior a 30 millones de bolivianos, y pobres, cuyas aspiraciones de mejores días jamás se cumplieron, desde 1825 a la fecha. Sólo se escuchó discursos y promesas de quienes se creían los “enviados”. Ojalá la Democracia, restituida en 1982, gracias al desprendimiento de los militares, a la cabeza del general Guido Vildoso Calderón, proteja, bajo sus paraguas, a los más necesitados, que se multiplicaron en los últimos años.
Que en Democracia no se confunda la libertad con el libertinaje, ni la justicia con la injusticia. Y que sus propósitos, ampliamente difundidos desde tiempos remotos, no sean manipulados, tergiversados o empañados, por intereses oscuros y siniestros.
La ciudadanía estuvo sometida, por caprichos de una clase política deteriorada en el tiempo y espacio, a un sistema eleccionario inédito. Con primeras y segundas vueltas, que acabaron cansando a los electores. Su costo fue elevadísimo para un país con marcada pobreza. Y ahora estamos como siempre, pese que se distribuyó el Bono contra el Hambre y culminó la recaudación del Impuesto a las Grandes Fortunas. Pese que hubo una época conocida como la bonanza económica. Y ahí estamos cargando, sobre nuestras espaldas, una cuantiosa deuda externa, que se acumuló a partir de 2008 o el período denominado de las vacas gordas.
A título de la Democracia se ha cometido atrocidades en ciertos países del continente. Que esa práctica no sea emulada en la región ni en el mundo. El espíritu que anima a dicho sistema es ofrecer las seguridades, en libertad irrestricta, a las inquietudes del pluralismo político – ideológico, luego de las experiencias autoritarias. Pero no sólo debe favorecer a los partidos, o a quienes detentan el Poder, sino, particularmente, a los que tienen hambre, a los que tienen la necesidad de vestir o de un techo, propio y digno, para cobijar a la familia. Entonces la Democracia ratificará su vocación de servicio a los ciudadanos sin discriminación alguna.
Acabar con la iniciativa privada es el propósito, fundamental, de la lucha de clases. En esa perspectiva se alimenta el odio, la inquina y la animadversión contra ella. Manejan esa ideología y la remozan, según los tiempos que se imponen, los maximalistas, quienes, aprovechando la potabilidad democrática, cuanto no quisieran meter la mano a ese sector.
En suma: Dios quiera que la Democracia logre revertir, cuando se aviva la crisis económica y la emergencia sanitaria, el malestar por el bienestar, a favor no sólo de un grupo, sino del conjunto nacional.
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