Clepsidra
Qara Kayu es un término aimara, que en español significa: descalzo; pata pelada; o pata pila, un vocablo parecido al apellido, a medio descolonizar, del exministro de Desarrollo Rural, Edwin Characayo, quien acaba de meter la pata en fragancia, y en pleno centro de La Paz, en medio de un acto de corrupción administrativa.
Al menos siete indicios y la venia del presidente del Estado, Luis Arce, habrían consumado la aprehensión y posterior detención preventiva del ex dignatario de Estado y de su exdirector general de Desarrollo Rural, Hiper García, por la hiper extorsión, de medio millón de dólares, aplicada a un individuo que desde hace 4 meses estaba tramitando el saneamiento de su propiedad, de 1.350 hectáreas, ubicada en el municipio de San Ramón del departamento de Santa Cruz.
Partiendo de esa antiquísima premisa que señala: “para realizar una estafa son necesarios dos intervinientes: El estafador y el codicioso”, pues tal figura dolosa no sería jamás posible con sólo uno de ellos. El primero, buscando timar al otro y éste, procurando el atajo que le permita lograr su trámite: fácilmente, barato y rápido. De ahí que hablar de estafadores y víctimas no viene al caso, pues ambos faltan a la ley, tanto el corrupto, como el corruptor. La víctima es el pueblo.
En el caso del ministro Patapila, más que el eficiente resultado de un trabajo de investigación pareciera tratarse del guion de una película policial, hábilmente elaborado y dirigido a destacar la lucha contra la corrupción que este gobierno estaría llevando, especialmente en la sensible administración de tierras fiscales.
Lamentablemente, para la presentación de esta película han escogido el mismo guion de siempre; al mismo productor; a los mismos actores empero, frente a un público que desde hace catorce años está cansado de tragarse la misma historieta.
Durante la trama, un jefe policial informa que sus organismos de inteligencia le reportaron la negativa de las víctimas (corruptores) de reunirse en la casa del ministro (corrupto) para el cierre del trato, solicitando como señal de garantía la presencia de la policía, para que atestigüe la entrega del dinero. Este es el único pasaje original de la novela, el incluir a la “institución del orden”, sin preservativo, para convalidar un chantaje.
A las 9 de la noche de ese histórico sábado, el Hiper ayudante García le manda un WhatsApp a su ministro, aconsejándole que vaya al banco, pero no a cualquiera, sino a uno del paseo del Prado, donde llegarían las víctimas o corruptores con los respectivos timbres de aceleración. Le recomienda, además, que vaya vestido con chullo y Kangooro, para efectos de burlar cualquier identificación.
La trama, pareciera emerger de un cerebro a punto de fundirse bajo la acción de un potente sicotrópico, sin embargo, ella continúa con las declaraciones de un ministro que detalló que Characayo fue filmado mientras recibía un anticipo de 20.000 dólares, los cuales puso en la mochila del cómplice, Hiper García, para luego retirarse de la escena del crimen, donde los policías presentes proceden a la aprehensión de ambos y los ponen a disposición del Ministerio Público, para luego requisar la mochila y evidenciar que los sindicados poseen el dinero.
A horas de asistir a la 93ª entrega de los premios Oscar, en el Dolby Theatre en Holliwood, sería un acierto presentar esta cinta titulándola: Las Andanzas de un Patapila.
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