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[Rolando Barral]

Educación y escuela del futuro

–Aprender y desaprender–


Me interesa el futuro porque tengo que pasar en él lo que me queda de vida. José Rubén Romero.

Y, al principio, fue el futuro. Es el tiempo que nos impulsa ir hacia adelante, avizorar el horizonte y caminar. Quienes no planifican su porvenir, no tendrán esperanza. Y esto es importante no solo para las personas sino también para las naciones. Contar un proyecto de vida es planificar el futuro. Por esto y por otras razones, la vida, la educación y la ciencia son también prospectivas. La educación debería formar para que las personas y los países se anticipen a las incertidumbres y a los cambios.

La escuela tradicional ha sido criticada desde diferentes ángulos. La actual institución educativa es en el fondo deseducativa, es un espacio lúgubre. Ésta no solo excluye a los niños, sino desatiende los afectos, la visión de futuro, las emociones y las problemáticas de la vida cotidiana. Los estudios del currículo oculto de la escuela revelan que ésta deforma y ahí están como muestras: “clasismo”, “racismo”, “machismo” y “adoctrinamiento”, que operan subterráneamente con mucha eficacia para desfigurar al ser humano. Por ello, la escuela debe ser reformada, como se debe transformar los fines de la educación, la axiología y su rol conservador en la sociedad.

La escuela real está anclada en el pasado y no se proyecta al futuro. La escuela del futuro tiene que resignificar la educación en sus propósitos, sus valores y fundamentalmente en hacer “revoluciones pedagógicas” en el sentido de no convertirse en una correa de transmisión ideológica de los antivalores dominantes, arriba mencionados.

Pensar en el futuro de la humanidad es también considerar la cultura como creación de ciencia y tecnología. Algunos científicos han expresado que los medios inventados por el hombre son prolongaciones de su mente y de su cuerpo. Un ejemplo: el circuito eléctrico es la prolongación del sistema nervioso central, así también en otra dimensión la computadora, la pala mecánica, etc., son extensiones del ser humano y en la dimensión espiritual es, un sujeto trascendente.

Algunos estudios internacionales han revelado que la tecnología en sí misma no mejora la educación, debe estar acompañada en procesos integrales para tener resultados positivos. La tecnología como herramienta debe estar acompañada por políticas públicas y por la comunidad educativa que dé perspectiva al logro de objetivos de calidad. Para evitar que la tecnología funcional robotice al ser humano, se debe vincular o integrar con el arte. Y en la perspectiva de las neurociencias desarrollar el cerebro lógico y el artístico-creativo como una totalidad. La adicción tecnológica es falta de educación y autodisciplina.

Habrá que investigar aún más qué tipo de escuela quieren los niños y niñas: una escuela motivadora, que incentive los talentos y eduquen las actitudes y emociones. Es más, la escuela debe abrirse a la familia, al barrio, a la comunidad, a la ciudad, al país, al mundo y al cosmos. La ciencia, el arte, la tecnología no deben estar al margen de los objetivos y los procesos de la educación. Los científicos, los artistas que desarrollan proyectos educativos deben ser bienvenidos en la escuela del futuro y no cerrarse a ellos. La escuela del futuro debe ser un centro, un laboratorio de investigación de los problemas cotidianos, locales y globales; un espacio donde el juego y el trabajo estén articulados. La alegría, la creatividad, la originalidad, la investigación y la inventiva deben ser la esencia de esta nueva institución.

La escuela debe concebir la educación –entre otros propósitos– como principios pedagógicos de animar, incentivar, y desarrollar los talentos; priorizar el proceso educativo y los valores humanos universales –entre otros– como ser los éticos y estéticos que recobren la condición humana. Si queremos un sujeto solidario, la escuela debe ser solidaria; si queremos que sea futurista, la misma se debe proyectar, en sus objetivos, sus contenidos, sus métodos y el propio sistema de evaluación. Si el objetivo estratégico es aprender ¿por qué excluir, expulsar y descalificar las diferencias individuales? ¿No debería más bien cultivarlas? La escuela del futuro debe ser Plurilingüe y enseñar diversos lenguajes, más allá de la grafía, será fundamental la libre expresión: no solo decir, sino escribir las experiencias y la vida.

El aprendizaje, la enseñanza y el proceso educativo deben ser prioridad en esta escuela de nuevo tipo. No solo se debe idealizar sino crear las condiciones objetivas para que la escuela del futuro se desarrolle: espacios para la música, áreas donde los niños pinten sus realidades y sus fantasías; laboratorios de experimentos para desarrollar proyectos científicos, donde la matemática y las ciencias sean lúdicas y recreativas; sitios donde la oratoria se una con la retórica y se practique diferentes disciplinas deportivas desde la natación y el alpinismo, en fin, donde el clima institucional aprecie al niño y la niña como sujetos de preferencia y los educadores no olviden que sus pedagogías consideren que están trabajando con el futuro del país y el mundo; por tanto, niños y niñas sean sujetos y no objetos y la brújula pedagógica sea el aprender y el desaprender.

Los educadores y las educadoras deben ser personas cultas en las escuelas del futuro. Ser las mejores personas que cada día se superen. Si algunas empresas para ser de calidad seleccionan a las mejores personas con valores y proactivas ¿por qué no la escuela? Es más, los docentes deben estar preparados para trabajar en equipo y su formación integral debe ser intelectual, emocional, tecnológica, física y artística. Y no como hasta ahora es –salvo excepciones– refugio de mediocridades. La crisis de la educación es asimismo crisis de maestros y maestras.

¿Por qué no aprender de las empresas prósperas y de su organización para la calidad y la productividad como ser los “círculos de calidad”? Si la calidad educativa es un objetivo estratégico de la institución educativa, entonces se debe crear en las escuelas: “círculos virtuosos de calidad”, con la idea de perfeccionar la educación en todas las dimensiones, desde el trato a las personas. Ese es el desafío de la escuela: pasar de los “círculos viciosos” a los “círculos virtuosos de calidad educativa”. Con todo, lo anterior también debe acontecer con los sistemas educativos, los ministerios de educación y los sindicatos de maestros.

En síntesis, la escuela del futuro no solo debe hacer énfasis en el conocimiento, sino también en la salud, la imaginación, la sabiduría, la creatividad, la democracia, los valores humanos, el respeto a la vida y a la naturaleza. Como corolario: la educación del futuro es la comunidad del futuro en un mundo diferente.

Rolando Barral Zegarra es investigador y docente de la Carrera de Ciencias de la Educación. Universidad Mayor de San Andrés.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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