Tenía que ser un extranjero que sacuda la incuria, dejadez y descuido de nuestras autoridades y de la población misma, que sepultan y entierran los ríos, lagos y espacios bajo miles de toneladas de basura y desechos. Esta vez fue Alexis Dessard, joven turista francés, quien quedó estupefacto viendo el Museo de Locomotoras de Ferrocarril de Uyuni envuelto con polvo y basura, personalmente inició la limpieza. Ante el didáctico ejemplo algunos voluntarios se le unieron y lograron devolver el aseo al museo. Ese es el espectáculo que ofrecemos a propios y extraños. Sin embargo, somos buenos para llenarnos la boca como abanderados y promotores de la Madre Tierra y después abandonarla a su suerte. Simbólica y políticamente somos inimitables para dictar leyes y crear autoridades defensoras de la tierra y del medio ambiente, como un viceministro de la Madre Tierra (inclusive tenemos un ministerio), pero el MAS, creador de solamente poses y apariencias, no se pone manos a la obra.
Luego al visitar Oruro y sus alrededores, Alexis vio con igual tristeza que basura, plásticos y podredumbre habían enterrado el que fuera lago Uru Uru. Emprendió la misma labor de profilaxis y se le unió el alcalde electo de la región, voluntarios civiles, policías y efectivos de la guarnición acantonada, en actitud de disimulo por tanta incuria. Varios días duró el empeño, pero quedan metros hacia abajo por limpiar. El Uru Uru es un depósito de basura que lleva décadas. Son campesinos y vecinos de los alrededores quienes causan esta y otras calamidades. Las autoridades solo buscan enriquecerse y hacer política.
Ahora, aunque tarde, la Policía se ve contagiada por la obra caritativa de un europeo hacia el país y sus comandantes anunciaron que parecida tarea emprenderán en el lago Titicaca, que se encuentra en avanzado proceso de contaminación. Esta vez son las comunidades y poblaciones vecinas las contaminantes del medio ambiente y a su propio hábitat, convirtiendo al Sagrado lago de los incas en una gran cloaca de desechos sólidos y aguas servidas. EL Alto es el mayor contribuyente de este desastre ecológico. Más allá de sus promesas y propaganda, ni sus autoridades ni el Gobierno Central tienen una política seria, responsable y decidida para salvar este patrimonio nacional, regalo de la naturaleza.
Algo semejante ocurre con el río Pilcomayo que nace en Potosí y en los navegables del norte de país, contaminados con mercurio y otros químicos por aventureros chinos, explotadores de oro en un país sin autoridad ni normas, dormido en su habitual “dejar hacer y dejar pasar”.
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