“Oh Fortuna, velut luna statu variabilis, semper crescis aut decrescis oh vita detestabilis” (Oh Fortuna, como la luna variable de estado, siempre creces o decreces). De esta manera empieza el famoso poema, oh fortuna, contenido en los manuscritos de nombre Carmina Burana, creados aproximadamente en el año 1200, musicalizados magistralmente por Carl Orff en la cantata profana del mismo nombre en el año 1936; no hay nada más esquiva y a la vez más deseada que la misteriosa fortuna. Una vez alcanzada, el ser humano tiende a olvidarse de todo el esfuerzo realizado para su obtención, y al perderla se olvida de las alegrías y beneficios que ésta trajo consigo; la fortuna nunca es para siempre, lo que sí son duraderos, son los momentos y detalles que, sumados a la perseverancia y constancia, construyen lo que llamamos fortuna. Ahora bien, si olvidamos esto, la tan esquiva ventura se transforma en una eterna angustia.
La angustia de retener el poder u obtenerlo a cualquier costo lleva al ser humano a cometer error tras error, coimas, desfalcos, engaños, abuso de poder, etc., que atan el corazón humano al pie del dinero y del poder, por ende, perderlo es sinónimo de perder el sentido común y la cordura. Lastimosamente para los que lo ostentan, el poder y la buena fortuna no son eternos, siempre, pero siempre se escurren como agua entre los dedos, cambiando de dueño, para enceguecer a su nuevo poseedor.
El animal político en su constante búsqueda de la fortuna se las ha ingeniado para construir algunos “atajos” para llegar a su tan ansiada meta, ejemplo de ello son los incontables actos de corrupción que se dan en el aparato estatal y en este tema tenemos que ser sinceros, los actos de corrupción no son propiedad de un determinado color político, nuestra historia está plagada de ello, en todo caso los atajos para tener fortuna enceguecen el sano juicio y disfrazan el delito de progreso.
Lo curioso de todo ello es que los que ostentan el poder de manera circunstancial piensan que serán poderosos eternamente, por ende, la amenaza, el abuso y la mentira son parte esencial de su día a día, sin darse cuenta que la rueda de la fortuna indefectiblemente sigue girando y girando, tonto es el que piensa que el poder es eterno y solo el necio se acostumbra a la ventura.
En todo caso la fortuna siempre será esquiva y a la vez jamás será eterna, solamente cuando se entienda que la verdadera riqueza no se trata de dinero, ni de poder, sino simplemente de dar, se encontrará el verdadero significado de la palabra fortuna. Si no se lo ve así, la vida se transformará en una terrible desesperación de querer algo y no obtenerlo o no retenerlo. Y así los versos de aquel poeta anónimo del año 1200 volverán a resonar, actualizando la ineficiencia de la soberbia y la codicia: “oh fortuna, como la luna, variable de estado, siempre creciendo o decreciendo, oh vida detestable”.
Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.
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