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[Severo Cruz]

De la memoria histórica


La memoria histórica nos enseña a reflexionar sobre nuestro pasado, en particular. Su enseñanza se transmite de generación en generación. Con el transcurso del tiempo y la inyección de nuevos datos aquélla se constituye en un testimonio incontrovertible. Ello ocurre tanto acá, como allí, fuera de nuestras fronteras.

Recordemos que cuando la ciudadanía se disponía a asumir la rígida cuarentena, en un intento por mitigar la infección del coronavirus, algunos se hicieron a un lado. Unos realizaban sus actividades en los centros de abasto y otros en la palestra política. Aquéllos ofrecían, con normalidad, sus abarrotes y éstos exigían elecciones, lo antes posible. Ignoraron, quizá a propósito, la realidad que colapsaba hospitales y sembraba cruces en el territorio patrio.

Políticos que, en vez de coadyuvar con la tarea emprendida contra ese mal devastador, se entregaron a la fácil tarea de criticar y cuestionar. No estuvieron a la altura de quienes respaldaban las medidas adoptadas, para controlar la proliferación de dicho virus. Si no se hubiera tomado acciones de esa índole, ni comiendo “chuño” hubiéramos sobrevivido a la “nueva peste”. Para el colmo de males, los precios de los medicamentos indicados para combatir sus efectos letales, treparon a las nubes. La venta de ataúdes, asimismo, fue un negocio redondo. Algunos países de la región y del mundo desarrollado empezaban a trabajar en busca del antídoto.

El objetivo supremo de aquel accionar fue para evitar el avance de ese mal devastador, que no fue invento de la derecha, mucho menos del imperialismo. Recordemos que el régimen chino ocultó a la opinión pública mundial la información acerca del brote de ese virus, que habría sido a fines de diciembre de 2019. Obviamente que significó una etapa catastrófica para el Estado, la empresa privada, los trabajadores y quienes viven al día, por cuanto paralizó toda actividad productiva, registró enormes pérdidas económicas y creció de manera alarmante el desempleo. Profundizó la brecha de la desigualdad social. Alguna gente, aprovechando la desesperación e incertidumbre de la población, amasó fortuna. Y mucha gente quedó sin posibilidades para subsistir. Gente que se daba modos para trabajar y lo que ganaba no le alcanzaba para vivir. Y lo hacía descuidando a sus hijos, inclusive.

Tampoco se dispuso la cuarentena con la intención de prorrogarse, como insinuaban sus adversarios políticos, sino para preservar la vida, la salud y el bienestar de la población. Y sin priorizar colores políticos ni tendencias ideológicas, sino por el bien común. Además, sin ánimo de controlar a quienes se mostraban como opositores, recalcitrantes.

Pero paralelamente se dispuso una asistencia económica para las familias más afectadas por el confinamiento, consistente en la entrega de diferentes bonos, que contribuyeron a sobrellevar la difícil situación. Fue una actitud de solidaridad. El hecho está debidamente inscrito en las páginas de la historia, que encierra el capítulo específico de la pandemia del 2020. Acá no hay donde perderse.

En suma: la memoria histórica nos seguirá enseñando e iluminando el camino hacia el venidero con pan, libertad y justicia. Dios está con nosotros y ¿quién contra Dios?

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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