Clepsidra
Controvertir la realización del Censo de Población para el año próximo, cómo está fijada hasta por acuerdos internacionales, es sentar las bases de la informalidad en todas las actividades de la nación, sean éstas económicas, políticas o sociales, así como, abonar el caldo de cultivo a todo tipo de manipulaciones.
En los hechos, los censos se constituyen en la fuente amplia y más importante de la información estadística, donde esa periodicidad decenal hace posible comparar los cambios transcurridos en ese período, no sólo en nuestro país, sino entre los países de América latina y el mundo, donde el levantamiento censal se realiza en fechas casi simultaneas.
Un patético ejemplo del retrasar un Censo, es el que se dio en Bolivia entre el padrón del año 1950 y el realizado en 1976, dirigido por el Lic. Gonzalo Riveros Tejada cuando, después de más de un cuarto de siglo, era casi imposible saber el potencial humano; la pirámide de edades; la dinámica de la población; las tasas de fecundidad, natalidad, mortalidad, etc., aparte de otros aspectos como el de la vivienda, prestación de servicios y un sinfín de otras necesidades estadísticas y comparables con otros países, que nos permitiesen analizar dónde nos ubicamos como país, y las necesidades con que contábamos.
Ahora bien, como señalamos líneas arriba, hay gobiernos que se oponen a la realización de un Censo, simplemente para poder manipular a sus conveniencias económico-políticas como: los flujos de migración rural-urbana, que hoy se están revirtiendo a flujos urbano-rurales, en busca de nuevas oportunidades de trabajo en el campo, ya que éstas dependen del Estado en su gran mayoría, y sólo aprovechan a los circunstanciales gobernantes, confirmando la histórica sentencia de Víctor Paz Estenssoro: “las peras cada vez son más pocas, las oportunidades disminuyen, y lo que queda hoy en día, es el emprendimiento de nuevas y productivas actividades, sin depender directamente del TGN”.
En nuestro caso particular, la pretendida postergación del Censo por parte del gobierno obedece más a subterfugios políticos que a motivos de otro orden, como, por ejemplo: la ineludible necesidad de revisar el famoso padrón electoral, una vez conocidos los verdaderos y fidedignos datos que arroje la consulta, examen que echaría por la borda los ya dudosos resultados del Censo 2012, así como el de todos los comicios y justas electorales que se realizaron después de ese Registro.
Nuestra escasa tradición censal, a lo largo de casi dos siglos de vida republicana, nos señala que, desde el primer censo de 1831, y el último realizado el 2012, el país ha celebrado apenas once censos de población y cuatro de vivienda. Los datos obtenidos en dichas consultas fueron más de uso doméstico que externo, hasta que vino la época de la globalización y la necesidad de contar con datos fiables para la exportación y las inversiones extranjeras, lo que obliga a contar con mayor confiabilidad.
Finalmente, el censo programado para el próximo año 2022 no debe suspenderse, y menos postergarse, pues constituye el agente estadístico de mayor importancia que enfrente Bolivia en su conjunto, sin permitir discrepancias; desavenencias; y menos disenso en el Censo.
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