Hubo quienes, en el pasado mediato e inmediato, manipularon, en el marco de sus intereses, el discurso de la desigualdad social. Unos para “sembrar cizaña”, otros para alentar la confrontación y algunos para dividir a la población, entre ricos y pobres. Todos ellos imbuidos de determinadas corrientes político – ideológicas. No sólo en la era del militarismo, también en la era del sistema democrático.
En épocas que se manejó, sin sobresaltos, la economía nacional. Que se administró la bonanza, resultado del auge de los hidrocarburos. En este marco fueron entregados bonos sociales, con diferentes nombres, en busca de popularidad. Tratando de reivindicarse ante la historia y los hombres. Intentando restañar heridas que habían sido provocadas consciente o inconscientemente. Pero, lamentablemente, no fue aprovechada esa situación para reducir la desigualdad social, generando oportunidades para la gente joven, en particular. Lo que hicieron fue dar prioridad al tema político, con fines de perpetuarse en el Poder. Se olvidaron de los problemas sociales.
Ahora vemos que la desigualdad social se mantiene lo mismo o peor que antes. Ello por la cuarentena, que ha reducido importantes unidades de empleo. La desocupación golpea, asimismo, a más de 400.000 personas. La población económicamente activa, a enero del 2021, llegó a 3.772.482 personas, según el Instituto Nacional de Estadística. Y el coronavirus continúa acechando a los hogares bolivianos, pese que la vacuna ya empezó a circular.
En consecuencia: aquéllos, entre derechistas e izquierdistas, coincidieron, empero, obviando las diferencias que los separaban, en el propósito de servicio a los necesitados del campo, de la mina y de las ciudades. Y en la hora de la verdad, hicieron poco o quizá nada, al respecto. Es una práctica común entre quienes ejercen la política a tiempo completo.
Actualmente, no sólo pueblos sino gobiernos sobreviven a la devastadora pandemia. Los primeros frustrados en sus aspiraciones de mejores días y los segundos tratando de redoblar esfuerzos en sus funciones. Es que no se dispone de suficientes vacunas para resguardar a toda la población. Éstas llegan a cuenta gotas. Los países del mundo desarrollado acapararon el fármaco y, a estas alturas de la historia, ya culminaron con el proceso respectivo. Ahora manejan remanentes, para favorecer a sus amigos. Ojalá la solidaridad llegue por acá.
Es el momento oportuno, indudablemente, para estrechar la brecha de la desigualdad social, inmunizando a todos, sin discriminación. Devolviendo la vida, la salud y la esperanza a pobres y ricos. Ese será el mayor logro que se haya alcanzado en nuestros días. El signo del reencuentro y la reconciliación, en horas agitadas por pasiones políticas. En momentos que la discordia pretende retornar, para promover el desencuentro nacional. En circunstancias que la comunidad internacional se preocupa por el destino nacional.
En suma: deberíamos buscar la convivencia pacífica, entre poseedores y desposeídos, en la perspectiva de construir puentes de amistad, de entendimiento y solidaridad, para solucionar los problemas nacionales que nos angustian. Dios ilumine nuestros caminos.
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