OPINIÓN    

Clepsidra

Derechos Inhumanos

Álvaro Riveros Tejada



Al margen de los estragos que nos ocasiona la peste china con sus secuelas de muerte y aflicción, una red de autócratas populistas que abrazan la trasnochada doctrina del Socialismo del Siglo XXI, se ha impuesto la tarea de judicializar cuanta crítica y/o comentario de la oposición a su gobierno exista y, utilizando al poder judicial como un garrote, los acalla y suponiéndolos subversivos, los apresa o simplemente elimina, con la misma furia y universalidad de la pandemia.

Es la curiosa similitud existente entre el político ruso Alekséi Navalni, opositor de Vladimir Putin, quien fue envenenado y, tras su milagrosa recuperación en Alemania, retornó a Moscú donde está encarcelado; el artista Luis Manuel Otero Alcántara, crítico del régimen castrista e integrante y líder del Movimiento San Isidro, después de permanecer siete días en huelga de hambre y sed, como último recurso para reivindicar sus derechos a la libre expresión artística, fue trasladado en la madrugada del pasado domingo a un hospital de La Habana; Leopoldo López en Venezuela; y finalmente, la expresidenta Jeaninne Áñez, víctima de esa política de regímenes autocráticos, negadora de los más elementales derechos humanos que ellos proclaman con tanta vehemencia y que está siendo acremente condenada por el Parlamento Europeo y otros organismos internacionales.

Esta práctica discrecional y globalizada no tendría razón de ser, sin contar con una base de financiamiento a sus operaciones, como el de países como Rusia, Irán, China, Venezuela, Cuba y hasta el mismo crimen organizado internacional.

En esta suerte de represión globalizada, esa red, lejos de limitarse a sus fronteras, ha copado sendos organismos internacionales, como es el caso de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el principal organismo intergubernamental mundial dedicado exclusivamente a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, que eligió a Irán, para presidirla por los próximos cuatro años. Algo así como comisionar al gato, para el cuidado de los ratones. Es de suponer que esta graciosa concesión obedece a los millonarios desembolsos persas a la causa.

Sin embargo, ante el puntual pronunciamiento del Parlamento Europeo de instar a Bolivia a emprender cambios estructurales urgentes, y reformas en la estructura del sistema judicial, con el fin de garantizar juicios justos y creíbles; la tutela judicial efectiva; y ante todo una imparcialidad plena; de nada valieron los denodados esfuerzos de los “socialistas veintiuneros” de expandir su influencia. A la resolución del Parlamento Europeo se adhirieron otros organismos, como el de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y Human Rights Watch, recomendando lo mismo que ese ente legislativo.

A la luz de lo expuesto, consideramos que la justicia tarda, pero llega. De nada valió extremar la violencia y el crimen en una “revolución de Saint Culots” que se ufanó de cortar las cabezas de reinas y soberanos, y donde hasta el propio Robespierre perdió la suya. Al final, llegó Napoleón y restauró la Francia que hoy conocemos, con luces y sombras, pero sin derechos inhumanos.

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