OPINIÓN    

Contra viento y marea

El pobre nivel de la televisión nacional

Augusto Vera Riveros



La televisión como medio de comunicación social bien manejado, es uno de los instrumentos más importantes para el desarrollo de la formación y cultura de las personas; pero la realidad de nuestra televisión nos ha puesto ante la crudeza de ser testigos oculares de comportamientos sociales de barbarie.

No se trata de endilgar a la televisión todas las degradaciones que últimamente experimenta un gran conglomerado de la sociedad boliviana; pero es inocultable que la deficiente formación de presentadores y la peor elección de contenidos de la gran mayoría de medios televisivos, está contribuyendo decisivamente a la normalización de conductas ya no reñidas solamente con la ética o la moral, sino abiertamente desafiadoras del orden natural.

Ya no es noticia, aunque nunca dejarán de ser repugnantemente morbosos, las imágenes y sonidos que vemos a diario en los canales de televisión mostrándonos gente agonizando, suicidándose, asesinándose o reportes de relaciones incestuosas tan descriptivas que la inteligencia emocional se ve irremediablemente afectada tratándose de niños televidentes que –y son la mayoría- no tienen ningún control en la observación de la televisión.

Entonces no puede extrañar que esa perniciosa influencia actúe permanentemente y, en el fondo, vaya cambiando la forma de hablar, de pensar y de obrar por la persistencia de la imagen que provoca una imitación constante, constituyendo tan revelador como sobrecogedor que un adolescente de quince años como máximo, en nuestra mediocre televisión ya habrá visto varios miles de asesinatos, sangre, destrucción y toda clase de depravaciones no solo como efecto de películas o seriales cargadas de violencia, sino como fruto de las imprudentes imágenes y desafortunados comentarios de los noticieros nacionales, en que la falta de entrenamiento de sus conductores, está contribuyendo al desarrollo de potenciales delincuentes

Gracias a la proliferación de los talk y reality shows de tan mal gusto, los niños tienen acceso a temas como “Mi comadre me quitó a mi marido” o “mi marido me engaña con mi sobrino” o a disputas entre madre e hija por un hombre, y la realidad es que las consecuencias de tan triviales programaciones no son a corto plazo, precisamente por la corta edad de quienes son sus asiduos televidentes pero es indiscutible que el medio ambiente que rodea a los infantes, es la idea que ellos tienen de la vida.

El objetivo central de la televisión es informar, pero eso no puede servir de excusa para mostrar imágenes ni tan obvias ni tan impúdicas, sobre todo tratándose en horarios de protección al menor. Una disculpa mecánica del presentador como suelen hacerlo, por supuesto que no deslinda su responsabilidad y la de su medio de comunicación, como para no condenar tales improperios, porque la televisión tiene que desempeñar un rol educativo aún en medio del periodismo noticioso, pero jamás manipulador.

La improvisación de quienes son la imagen de cada canal, en consecuencia, es factor determinante para la mala calidad de la televisión nacional. No basta haber sido ganadora o finalista de algún concurso de belleza para desempeñar con solvencia una actividad tan especializada como es la comunicación social, ni hay que forzar a que quienes han logrado especialización en diferentes áreas, a hacer las veces de cocineros o de payasitos, ni estar semidesnudas tratándose de las mujeres. Tan nociva se ha vuelto la televisión que los profesionales en pediatría, recomiendan que los niños no deben tener un televisor en su habitación, entre otros motivos, por la banalización que se hace de los temas sexuales y la frivolización de la imagen femenina asociadas a una cosificación denigrante agravada por la característica unidireccional de esa forma de comunicación.

Los espeluznantes sucesos de crimen que vive el país, tienen en la televisión como a una de sus responsables, cuando ese instrumento tendría que ser modélico para el gran universo de usuarios que tiene.

Augusto Vera Riveros, es jurista y escritor.

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